Zee Ain (por Jorge Sánchez)
Hallándome en la ciudad de Al Bahah, en el suroeste de Arabia Saudita, resolví visitar un pequeño poblado histórico del siglo X de la Hégira (correspondiente al siglo XVI de la Era Cristiana) del que ya tenía nota. Se llamaba Thee Ain (o Zee Ain) y se hallaba a unos 25 kilómetros de distancia. Como no había autobuses para acceder allí acabé contratando los servicios de un taxista muy granuja. Por un puñado de riales acordé que me dejaría en ese pequeño pueblo durante unas 2 horas antes de devolverme a Al Bahah.
El viaje fue formidable y muy escénico; desde una altitud de unos 2200 metros sobre el nivel del mar, donde se ubicaba Al Bahah, descendimos de modo dramático por entre montañas hasta un frondoso valle donde la temperatura era cálida, y me tuve que sacar la cazadora que llevaba puesta debido al calor.
Una vez que llegamos frente a Zee Ain le pedí al taxista que hiciera un alto para fotografiar el poblado desde cierta distancia. Era bello. Sobre una colina de mármol blanco se levantaba una cincuentena de casas de piedra, algunas de dos y tres plantas.
Una vez que alcanzamos la entrada a Zee Ain los guardianes me dejaron acceder a pie al pueblo sin cobrarme ninguna entrada. En Arabia, todos los museos que iba visitando por diversas ciudades eran gratuitos.
Las puertas de las casas estaban abiertas y se podía penetrar en el interior, donde no había nada, ni muebles, ni alfombras, ni ningún tipo de trebejo. También entré en una mezquita vacía.
Yo iba gritando todo el rato por los callejones, tanto en árabe como en español:
– ¡¡¡…Salam Aleikum, hola amigo, hola pajarito sin cola…!!!
Pero nadie me respondía, por lo que deduje que todo el poblado estaba deshabitado, sin indígenas, lo cual me extrañó.
He de confesar que la vista de Zee Ain desde la distancia me sedujo más que una vez que llegué a las 50 casas, cuya mayoría estaban siendo reconstruidas por el gobierno de Arabia.
Tras las 2 horas de visita correteando y gritando por entre las casas de la colina regresé a Al Bahah, pero el taxista, incumpliendo su palabra, quiso hacerme pagar el doble de riales.
Le dije que no, que le pagaría lo acordado, 100 riales, y ni un rial más.
Él se enfadó. Me explicó que mientras yo estaba visitando Zee Ain había llegado otro taxi desde Al Bahah con dos turistas europeos, y el taxista le había dicho que a él los dos turistas le pagarían 400 riales por el viaje, o cuatro veces más que yo.
Al llegar a mi hotel en Al Bahah le dejé al taxista los 100 riales acordados sobre el asiento, sin propina debido a su conducta, y salí del taxi despidiéndome de él en árabe. Él no me contestó ni me dijo adiós, pero recogió el dinero que le dejé y se fue raudo con el ceño fruncido.