Yeniseisk (por Jorge Sánchez)
Yeniseisk es la primera ciudad que los rusos fundaron a lo largo del río Yenisey, en el año 1619. Llegué a ella desde Kranoyarsk para esperar un barco que zarparía un día más tarde con destino al océano Glaciar Ártico. Durante ese día completo tuve tiempo de conocerla bien, pues su población apenas alcanza los 20.000 habitantes. Muchos de sus edificios eran de madera y databan de los siglos XVII y XVIII. Pertenecieron a los antiguos comerciantes. Algunos de ellos se habían convertido en hoteles, museos, o farmacias.
Las iglesias y los monasterios de la ciudad están a un tiro de piedra. El monasterio de Spaso Preobrajenski fue la primera construcción religiosa erigida, durante el siglo XVII, y la que más me sedujo. Tras ello entré en un monasterio de mujeres, y al salir caminé a la catedral de Uspenski. Finalmente entré en la catedral a orillas del río, llamada Bogoyavlenski (del siglo XVIII) que estaban restaurando. También entré en una iglesia de los Viejos Creyentes. En todos estos sitios religiosos vi multitud de fieles que rezaban con vehemencia. En la entrada a todos estos lugares sacros había una mujer vendiendo en su kiosco cirios, cruces, y objetos litúrgicos, así como suvenires. Yo siempre compraba un cirio de 50 rublos.
Tuve tiempo, además, de visitar el museo local, donde una dama de origen polaco (descendiente de los presos de Polonia en tiempos de Stalin) me mostró las salas con historia de los primeros cosacos, así como los artefactos de los indígenas que allí vivían antes de la llegada de los rusos. Una parte del museo estaba dedicada a los personajes que habían pasado por Yeniseisk en tránsito a otras partes de Siberia. Entre ellos vi a Vitus Bering (el del estrecho de Bering) y al explorador noruego Fridtjof Nansen. En otra sección estaban los nombres de presos enviados a las aldeas del río Yenisey, como los líderes comunistas Stalin y Sverdlovsk que pasaron más de 2 años en la aldea de Turujansk (Stalin se relacionó allí con una niña de 13 años, con la que tuvo dos hijos).
A unos 20 kilómetros de Yeniseisk se halla el Lago del Monasterio que pude visitar gracias a la benevolencia de la dueña del restaurante donde almorcé, que me condujo en su coche. Allí vi una especie de capilla (esperaba ver un gran edificio) y a su cargo se encontraba un pope somnoliento que vendía cirios y de vez en cuando oraba. El lugar era idílico y frecuentado por familias que preparaban pinchos morunos, aunque la gran cantidad de mosquitos hizo que regresáramos a Yeniseisk a la media hora o así. Cuando llegó la hora me acerqué al río Yenisey y al rato me embarqué con destino al océano Glaciar Ártico.