Volubilis (por Jorge Sánchez)
Llegué a la entrada a Volubilis justo cuando abrían sus puertas al público. La entrada era baratísima, sólo 10 dirhams, o menos de 1 euro. Al traspasar la entrada vi un museo con fragmentos de pilares romanos y las explicaciones en árabe, francés e inglés. Seguí un sendero marcado para alcanzar los sitios mejor preservados, como el Arco de Triunfo de Caracalla, y al lado el templo de Júpiter Capitolino y la basílica.
Estaba leyendo los letreros de estos lugares cuando me abordó un hombre que debía de ser el guardián y se ofreció para acompañarme. Yo no me opuse, pues prometió mostrarme lo más selecto del gran complejo arqueológico de Volubilis, como los mosaicos y la casa de lenocinio, donde las jóvenes hetairas aliviaban con fruición los deseos carnales de los fogosos soldados romanos.
Un conjunto de mosaicos se titulaba El Acróbata, y se veía a un burro marchando hacia atrás y sobre él un hombre que lo conducía con el rabo. A mí más bien me pareció Mullah Nasrudín. Los mosaicos serían, en mi opinión, lo mejor del complejo. Había muchos y estaban bastante bien preservados. Los mejores eran los que mostraban las representaciones de los doce trabajos de Hércules, las cuatro estaciones, el dios Baco junto a Ariadna durmiendo, más Diana bañándose con unas ninfas. Una hora paseé con este hombre tan gentil. Cuando me despedí de él me pidió para un café y yo le di unas monedas como baksheesh.