Denominada Vitoria por el rey navarro Sancho el Sabio, la actual capital vasca tiene un origen cuando menos dudoso. Lo que parece claro es que el mencionado Sancho VI de Navarra fundó la ciudad como bastión defensivo ante los presumibles ataques castellanos en el intento de recuperar sus antiguas posesiones. Tras pasar de manos navarras a castellanas y viceversa, la población se integró definitivamente en Castilla en la segunda mitad del siglo XIV. Localidad siempre conservadora, no tuvo demasiada relevancia histórica en los siglos siguientes. Durante la Guerra Civil apoyó a los rebeldes franquistas y en tan solo una década a comienzos de la segunda mitad del siglo XX duplicó su población al recibir una inmigración cuantiosa. Estructurado en torno al conjunto que forman la plaza de la Virgen Blanca y la plaza de España, el centro histórico vitoriano mantiene la esencia que tenía la población cuando fue fundada hace ocho siglos. Rodeado de zonas verdes, entre las que hay que mencionar el romántico parque de La Florida, conserva parte de la muralla medieval, con aproximadamente una decena de torreones y algún antiguo acceso al interior del recinto amurallado. Entre las muestras de arquitectura civil que alberga hay que mencionar las torres medievales de Doña Ochanda y de los Hurtado de Anda, diversos palacios renacentistas como el de Montehermoso y el Escoriaza-Esquivel, sin olvidar la popular Casa del Cordón. No se queda atrás la arquitectura religiosa, encabezada por la antigua catedral. Mención especial merece también la catedral de Santa María Inmaculada, así como las iglesias de San Prudencio, San Pedro y de San Miguel. Diferentes muestras de arte urbano, perfectamente integradas en el entorno, aportan un característico colorido a toda la zona. Vitoria cuenta actualmente con unos doscientos cincuenta mil habitantes, dedicados fundamentalmente a los servicios tras un periodo en el que predominó el sector secundario en su variante industrial.