Visiones celestiales
Los chinos llaman Tian Shan, literalmente montañas celestiales, a una cordillera situada al norte del Himalaya, alrededor del vértice que comparten Kazajstán, Kirguistán y China. A pesar de no ser demasiado conocida por estos lares, está considerada el quinto relieve montañoso más importante del mundo y presenta cumbres tan elevadas como poco accesibles. Entre ellas destacan el pico Pobeda, también denominado pico Jengish Chokusu, que con sus casi siete mil quinientos metros es la montaña más alta de la cadena y también de Kirguistán, así como el pico Khan Tengri que también supera los siete mil metros y se sitúa en la frontera entre el país kirguís y Kazajstán.
En Kirguistán la cordillera se extiende por todo el este y el sur del estado, donde se va tornando más suave hasta dar paso al Alai, que es como se conoce a esa zona norte del Pamir que sirve como frontera con el vecino estado de Tayikistán. El sureste del país kirguís está casi en su totalidad ocupado por el denominado Tian Shan interior, la parte que presenta las cumbres más elevadas y es más inaccesible en las montañas celestiales. Y hasta allí me dirigía aquel día de finales de junio de 2014, con la intención de descubrir alguno de los secretos que esconde ese lugar muy cercano al cielo tanto física como metafóricamente.
Tras dejar atrás el lago Issyk-Kul, el camino empieza a empinarse y unas decenas de kilómetros después hay que abandonar el asfalto y seguir por una pista que en algunos tramos resulta infame. Tengo suerte, estamos a comienzos del verano y el camino está transitable, hecho que solo ocurre durante un par de meses. El resto del año toda la zona está cubierta por una gruesa capa de nieve y hielo que hace imposible el desplazamiento hasta para los nómadas del lugar. Acompañados siempre por la imagen de las nevadas cumbres del Tian Shan hacemos una parada para dar un respiro y añadir agua al motor del vetusto 4×4 que nos conduce hasta nuestro destino final.
Una vez repuesto el vehículo, continuamos el trayecto hasta alcanzar el paso de montaña denominado Terskey-Torpok, localizado a más de tres mil cien metros de altura. Rebaños de yaks pastan a sus anchas por la zona y nos miran fijamente cuando intentamos hacerles una fotografía. Sin acercarnos demasiado a ellos, por supuesto. Tras descender un leve repecho, aparece ante nuestros ojos el lago Son-Kul en lo que constituye una imagen casi irreal. Situado a poco más de tres mil metros, y con una superficie algo inferior a los trescientos kilómetros cuadrados, se trata de un lago endorreico alimentado por diversas corrientes de agua. Su único desagüe es ese río homónimo que nos acompañó en su descenso durante buena parte de la subida.
Rodeado por cumbres que rondan los cuatro mil metros, el lago Son-Kul ocupa una meseta desprovista de cualquier tipo de vegetación arbórea, sustituida aquí por esas verdes praderas tan características del Tian Shan interior. La abundancia de pastos en verano atrae a los nómadas kirguises, que se establecen con sus animales en los alrededores del lago durante los meses de buen tiempo, retomando así su forma de vida tradicional. Jamás pensé que un espacio natural sin árboles pudiera tocarme la fibra sensible de la manera en que lo hizo este lugar, que me atrapó por completo desde el principio. Aún hoy día a veces pienso que esas imágenes que permanecen desde entonces, y ya para siempre, en mi retina no son reales sino que fueron sacadas del mismísimo cielo.
Un paraje espectacular!!!! Me recuerda mucho los paisajes del Tibet. La foto del lago con los caballos es de postal y eso que dices que las fotos no es lo tuyo.
Cuando vayas por allí y veas el panorama, ya me contarás. Es un sitio tan perfecto que se me agotan los calificativos y las fotos salen solas. Hasta los caballos parece que han sido colocados de forma que las imágenes sean lo más atractivas posible.
Un abrazo.