Vino versus cerveza
Tras un rápido calentamiento, los dos caminantes se situaron espalda con espalda en el punto elegido para comenzar la competición. Una vez recibida la orden de salida, empezaron a andar en direcciones opuestas lo más rápido que podían pero siempre siguiendo la línea de la costa y sin poder ejercer la posibilidad de correr. Transcurrido un tiempo que a algunos les pareció interminable se encontraron frente a frente, pues esta peculiar competición se celebraba en una isla y entre ambos la habían circundado por completo. Entre el punto del que los caminantes partieron y aquel en el que se encontraron se trazó una imaginaria línea divisoria que sirvió para dividir la isla en dos mitades, una de ellas algo mayor que la otra.
Esta curiosa historia, seguramente no más que una leyenda, cuenta como se llevó a cabo la división de la isla de San Martín entre Francia y los Países Bajos allá por el año 1648. Con un siglo y medio de antelación había sido descubierta por Cristóbal Colón, que le dio el nombre que aún conserva. Bañada por las aguas del Caribe, es la isla habitada más pequeña que comparten dos o más países en el mundo. E indiferentemente al inevitable paso de los siglos, cuando la visitamos pude darme cuenta de que ambas comunidades residentes en ella presentan diferencias considerables a pesar de llevar tanto tiempo radicadas en un territorio de apenas noventa kilómetros cuadrados, similar al de la isla balear de Formentera.
Llegamos al puerto de Philipsburg un día de diciembre de 2004. Esta localidad es la capital de la parte holandesa, conocida en neerlandés como Sint Maarten y que ocupa la mitad meridional de la isla. Nada más pisar sus calles pude darme cuenta de que el ambiente caribeño en ellas era predominante, con una buena parte de sus ciudadanos siguiendo las líneas de la estética rasta y siempre con atronadora música reggae como banda sonora de fondo. Los mercadillos son habituales y un agradable tono festivo invade las calles de esta pequeña ciudad, famosa por la proximidad de su aeropuerto internacional a una playa que es sobrevolada por aviones a muy baja altura.
Cuando atravesamos la imaginaria frontera y entramos en la parte francesa, conocida como Saint Martin y situada en la mitad septentrional de la isla, el cambio fue radical. La tranquilidad es la reina en las calles de Marigot, que es la denominación de su capital. Es casi imposible ver rastas ni escuchar reggae, y las tiendas caras y los buenos restaurantes ocupan el lugar de los mercadillos. Es muy probable que aquí haya mejores playas que en la parte holandesa, incluyendo algunas recluidas que están tomadas por naturistas. Y, desde luego, en las calles de esta tranquila localidad de poco más de cinco mil habitantes predomina un ambiente europeo, a diferencia del infinitamente más caribeño de su vecina del norte.
Pero volvamos a la inusual competición que dio origen al reparto del territorio de la isla de San Martín. Tras concluir el reto, los jueces declararon que el competidor que había ido más rápido, y por tanto recorrido una mayor parte del terreno, era francés mientras que el más lento era neerlandés. Por tanto, la porción de isla que quedaba bajo dominio de los Países Bajos debía ser inferior a la asignada a los colonos procedentes de Francia. Aunque lo más curioso fue la explicación dada a la mayor rapidez del caminante galo. Todos estuvieron de acuerdo en que su victoria era debida al hecho de haber bebido vino antes de comenzar la marcha, mientras que la derrota de su contrincante lo fue por haber en su caso elegido la cerveza.