Viajé en autobús desde París al Palacio de Versalles en un grupo programado en compañía de una cuarentena de turistas españoles, algo que hago raramente pues prefiero viajar en solitario. No teníamos incluido guía local dentro del palacio; cada uno de los turistas se compraba el boleto de entrada para descubrir el sitio a su aire y al cabo de 2 horas todos debíamos estar de regreso en el autobús para continuar nuestro viaje hasta el Palacio y parque de Fontainebleau. Posteriormente, tras una parada en Lyon, ese mismo día alcanzaríamos Orange, donde dormiríamos en un hotel para visitar a la mañana siguiente el Teatro romano y sus alrededores y Arco de triunfo. Cada día conocíamos superficialmente de dos a tres patrimonios mundiales de UNESCO. Ese tour de una semana por las atracciones turísticas principales de Francia era demasiado precipitado, pero estaba casi regalado de precio.
Como era de esperar, había muchos turistas a la entrada para comprar los billetes y eso que llegamos de los primeros; claro, era un mes de agosto. Una vez adentro me uní a una amiga de Almería y otra francesa. Los tres juntos admiramos el salón de Hércules (el de los doce trabajos) representando la virtud para elevar el ser, el salón de Venus, el de Diana, la sala de las Batallas, la galería de los espejos, dormitorios, multitud de lámparas y cuadros, porcelanas de Oriente, tesoros que estaban más allá de la imaginación… ¡aquello era asombroso!
Basado en ese extraordinario palacio mandado erigir por el rey francés Louis XIV en la segunda mitad del siglo XVII, nuestro rey Felipe V (que era el nieto de Louis XIV y había nacido en Versalles), construyó el Palacio Real de Madrid, cuando un incendio destruyó el anterior, aunque es más grande que el de Versalles.
La segunda hora la dedicamos a los jardines con las fuentes, que también eran otra de las atracciones turísticas interesantes, aunque no nos quedamos a verlas funcionar debido al programa del tour. Una vez que los 40 turistas estuvimos de regreso en el autobús, todos puntuales, nos dirigimos a Fontainebleau.
