Un sueño de fiordo
A pesar de que esa denominación de fiordo de los sueños que le aplicó algún avispado agente de viajes no tiene nada que ver con el significado de su nombre, que es probablemente una derivación de Sogn og Fjordane, la región de Noruega donde se localiza, Sognefjord ofrece al visitante su enorme belleza y un cierto aire de misterio debido a la bruma que frecuentemente cubre las cimas de las colinas entre las que discurre. Se elevan éstas más de mil metros sobre el nivel del agua en algunos puntos y en invierno predomina en ellas el color blanco de la nieve, que en primavera se retira para dejar paso al verde de la hierba que comienza a despuntar. Éste, a su vez, casi llega a confundirse con el tono verdoso del agua que baja por el fiordo en su casi siempre lento fluir hacia el mar.
Con algo más de doscientos kilómetros de longitud, Sognefjord está considerado el segundo fiordo más largo del mundo y sus mil trescientos metros de profundidad lo sitúan en cabeza en este apartado. Curiosamente, ésta es mayor en zonas más alejadas del mar que en las próximas a la desembocadura, al contrario de lo que parecería lógico. En su inicio está compuesto por varias ramas que bajan en su mayor parte de Jostedalsbreen, el mayor glaciar de Noruega, y que se unen para formar un tronco común que es el conocido como Sognefjord. Su anchura es variable, siendo superior en la parte final de la ría, protegida en algunos tramos por impresionantes acantilados que parecen elevarse hacia el infinito.
Conviene tomar un ferry de los que navegan por el fiordo de un pueblo a otro, atracando a veces en pequeños embarcaderos. Este modo de transporte, tradicional para los habitantes de la zona, es ahora también usado por los cada vez más numerosos visitantes. No parece que éstos molesten en demasía a los locales, siempre moviéndose a un ritmo pausado y acorde con su plácido carácter. En esta zona se habla el nynorsk, versión del noruego basada en dialectos antiguos que se contrapone al bokmål, usado en la mayor parte del país y que tiene una considerable influencia del danés. Mientras el barco remontaba Sognefjord con calma, pude poco a poco admirar la belleza del entorno y disfrutar especialmente con la visión de pequeñas cascadas, semejantes a hilos plateados, precipitándose raudas por las verdes laderas como si fueran niños corriendo a abrazar a su progenitor.
Junto al inicio del brazo llamado Aurslandfjord se encuentra la población de Flåm, desde donde un famoso tren trepa por la montaña hacia la vecina localidad de Myrdal, situada a unos veinte kilómetros de distancia. En este corto trayecto el ferrocarril sube un desnivel de casi novecientos metros, lo que hace que esta vía presente una considerable inclinación que la convierte en muy atractiva para los visitantes que hasta allí se acercan. El tren serpentea por un precioso valle y va parando en diversos puntos de la subida, desde los que se puede contemplar un típico paisaje de montaña. Ya casi en las cercanías de Myrdal se encuentra uno de los hitos principales del trayecto, la espectacular cascada Kjosfossen, que puede apreciarse con todo su poderío desde una parada situada en sus inmediaciones.
Pero si algo caracteriza a Sognefjord es el silencio, que algunas veces me daba la sensación de que se podía incluso cortar. Mientras miraba hacia las paredes del fiordo, cubiertas por un manto verde en aquella época del año, me sorprendió encontrarme ante un paisaje prácticamente virgen a pesar de la alta carga de visitantes que soporta durante algunos meses del año. Y es que los noruegos, como todos los escandinavos en general, son unos maestros en el arte de proteger el entorno que los rodea, esa agreste naturaleza con la que han sido agraciados por la providencia. Contemplando tanta hermosura tuve incluso la osadía de pensar que deberían cambiar el nombre a este lugar y comenzar a referirse a él como Drømmenfjord que, como es natural, significa fiordo de los sueños en nynorsk, el característico idioma local.