Un puente hacia el amanecer
Nikkō es hoy una ciudad de aproximadamente cien mil habitantes, situada a algo más de cien kilómetros al norte de Tokio. Anteriormente era conocida como Nisha Ishiji, que significa dos santuarios y un templo, indicando claramente cuál fue el origen de esta población. Y es que fue éste el sitio elegido por sus creadores para establecer tres de los recintos religiosos más importantes de Japón, que congregan indistintamente a fieles y visitantes locales así como a un número creciente de extranjeros. De la enorme importancia de este lugar da idea el hecho de que nada menos que ciento tres edificaciones aquí situadas gozan de especial protección tras haber sido declaradas Patrimonio Mundial por la UNESCO.
Según la tradición, un eremita llamado Shōdō llegó a esta zona montañosa de Japón allá por el siglo VIII de nuestra era. No pudiendo cruzar las revoltosas aguas del río Daiya, vio como dos serpientes que descendían junto a su cauce se unieron para formar un puente con sus lomos. Gracias a ello Shōdō pudo pasar a la otra orilla y, considerándolo un buen augurio, creó allí un santuario al que llamó Shihonryu-ji. Su considerable aislamiento atrajo a otros monjes budistas, que fundaron otros templos en este lugar y, ya en el siglo XVII, al conjunto se le denominó Rinnō-ji, como es conocido actualmente. Aunque el número total de edificaciones religiosas llegó a ser de ciento nueve en la actualidad quedan quince, incluyendo el famoso Sanbutsu-dō, o Salón de los Tres Budas.
Así como el templo anterior continuó siendo budista cuando los lugares de culto de esta religión y del sintoísmo fueron oficialmente separados, Futarasan-jinja se convirtió con el tiempo en un santuario sintoísta. Creado también por Shōdō poco después, aquí se venera a tres kami, deidades adoradas por esta creencia cuyos espíritus son representados por montes cercanos. No resulta extraño ya que este lugar, donde abundan las montañas cubiertas de espesos bosques entre los que discurren numerosos riachuelos que bajan raudos al encuentro con el río Daiya, debe ser lo más cercano al Paraíso para un credo tan en contacto con la naturaleza como lo es el shintō.
El tercer elemento, segundo santuario al que hace referencia el antiguo nombre de Nikkō, es el llamado Tōshō-gū. Sus orígenes son bastante posteriores a los anteriores, pues datan ya del siglo XVII, cuando se eligió este lugar como mausoleo para el shōgun Tokugawa Ieyasu. En realidad hay diversos Tōshō-gū en Japón, pues este término se asigna a santuarios dedicados a la memoria del mencionado shōgun, pero el de Nikkō es con diferencia el más venerado, ya que aquí se encuentran sus cenizas. Entre numerosas construcciones de interés, destaca en el recinto una pagoda Gojunoto, es decir, de cinco niveles que representan en orden ascendente los elementos de la naturaleza: tierra, agua, fuego, viento y cielo.
Un puente de madera lacada en rojo, característica en las construcciones de Nikkō, salva el vado del río Daiya allí donde el eremita Shōdō lo cruzó sobre los lomos entrelazados de dos serpientes. La simpleza de su único arco y el contraste de su colorido, tanto con el verde de los miles de cedros que pueblan el lugar como con el azul de las tumultuosas aguas del río, proporcionan al Shinkyō una elegancia muy apreciada por los visitantes nipones. En el periodo feudal tan solo al Emperador le era permitido cruzar este puente hacia el amanecer, que es lo que el término Nikkō significa en japonés. Hoy día cualquiera puede sentirse un rey atravesándolo a cambio de una módica tarifa, pero no fue mi caso. Tras meditarlo un poco evité que mis pies de plebeyo pisaran lugar tan sagrado, y simplemente permanecí admirando su belleza en la lontananza.
Nosotros tampoco lo pisamos 😉
Aunque mucha gente piensa que está en un lugar apartado, místico…y está al lado de la carretera 😉
Una amiga quería prometerse allí, porque tenía otra idea del lugar.
Aún así, no deja de ser bonito, y el río nos gustó mucho. Nos fuimos a pasear por el abismo, sin apenas gente, y resaltaba mucho el tono azulado.
un saludo!
El caso es que por las imágenes parece que está totalmente aislado, aunque no sea así. Quizás eso lleve a la gente a la confusión al ver las fotos. De todas formas me parece un puente totalmente integrado en el entorno, como casi solo parecen lograr los japoneses. Y lo que más me sorprendió es el respeto que tienen los nipones al cruzar el puente, se nota que es un lugar muy importante para ellos.
Muchas gracias por tu aportación.