Un paraíso cercano
Como buen conocedor del mundo del turismo, debo admitir que los viajeros primamos en exceso la búsqueda de lo exótico. A pesar de ser comúnmente negado por la mayoría, se tiende a valorar lo diferente en detrimento de lo que se tiene al alcance de la mano. Los ejemplos son innumerables, pero por citar tan solo algunos de ellos, me parecen sobrevaloradas muchas, no todas, playas caribeñas, cuando en la Península Ibérica hay arenales de una belleza infinitamente superior. En el Algarve, por no ir más lejos. Islas como algunas canarias no desmerecen en absoluto a las que pueden verse en el Caribe o en el Pacífico Sur. Por no hablar de ciudades como las castellanoleonesas, que no envidian para nada a las poblaciones más bellas del mundo.
Otra buena prueba del desconocimiento que suele tenerse respecto a los valores del propio entorno es la extremeña Sierra de San Pedro. De esta manera es conocida una estribación de los Montes de Toledo que se dirige hacia el oeste, llegando hasta la frontera con Portugal y sirviendo como delimitación entre las provincias de Cáceres y Badajoz en algunos puntos. Este espacio natural comprende una superficie aproximada de mil ciento cincuenta kilómetros cuadrados y alcanza su punto culminante en el denominado Torrico de San Pedro, que se eleva hasta poco más de setecientos cincuenta metros de altura. En su territorio se alterna un bosque mediterráneo excelentemente conservado con zonas de dehesa, que evidencian la acción del ser humano sobre la cubierta vegetal desde tiempos pasados.
Para hacerse una idea de la valía de esta apartada zona del oeste extremeño, basta indicar que cuenta con varias figuras de protección. Concretamente, está declarada Zona de Especial Conservación (Z.E.C.) y Zona de Especial Protección para las Aves (Z.E.P.A.), así como Zona de Interés Regional. Aproximadamente un sesenta y cinco por ciento de su territorio está recubierto por un monte bajo formado por diferentes tipos de arbustos, entre los que se encuentran jaras, retamas y piornos, que se alternan con pequeños bosques de ribera en las orillas de ríos y arroyos. El resto lo completan zonas de dehesa, donde cobran especial relevancia encinares y alcornocales. En lo que respecta a la fauna, sobresalen mamíferos como el ciervo, el zorro y el jabalí, además de numerosas especies de aves, que incluyen algunas tan escasas como el buitre negro, la cigüeña negra y el águila imperial ibérica.
Pero el auténtico tesoro que guarda la sierra de San Pedro no sobrevuela los cielos, sino que se encuentra bien enraizado en la tierra. El corcho es un producto generado por los abundantes alcornoques existentes en su entorno, cuya extracción da vida a un territorio poco poblado y económicamente deprimido. Destaca en este aspecto la localidad pacense de San Vicente de Alcántara, donde existen numerosas industrias que se dedican al tratamiento de este material para fabricar tapones, planchas insonorizadoras y otros artículos. En esta población también se encuentra el Centro de Interpretación de la Naturaleza Alas, donde se proporciona información relativa a la comarca.
Otra actividad económica de gran relevancia en la zona es la cada vez más denostada caza. Especialmente la caza mayor, que da sustento de manera directa o indirecta a un buen número de sus habitantes. Si lo que se prefiere es contemplar a los animales en un entorno natural bien preservado, existen diversas opciones de hacer avistamientos, bien sea de aves o bien de mamíferos como el ciervo. Los mejores meses para ver a estos últimos son septiembre y octubre, cuando los venados proceden a realizar sus rituales de apareamiento en la época de la berrea. Tanto los berridos de los machos, que pueden oírse a kilómetros de distancia, como los golpeos de cornamentas que efectúan para intentar ganarse el favor de las hembras suelen conmover al espectador. Que, si no lo estaba ya, queda definitivamente convencido de que el paraíso no está tan lejos como pensaba.