Torre de Gálata (por Jorge Sánchez)
El sitio de la lista indicativa de UNESCO Puestos comerciales y fortificaciones genovesas en rutas comerciales desde el Mediterráneo hasta el Mar Negro es el primero que visité en Turquía, pues de los siete lugares que comprende (las seis fortalezas de Yoros, Foça, Çandarli, Amasra, Akçakoca y Sinop, más la Torre de Gálata) llegué a conocer uno de ellos: la Torre de Gálata, que visitaría bien durante tres viajes que hice en el pasado a Estambul.
En las tres ocasiones estaba alojado en el barrio de Sultanahmet. De allí siempre caminé hasta el puente de Gálata con puestos de comida de pescado fresco, más los pescadores espontáneos. Desde el puente ya se divisaba la torre, el edificio más sobresaliente del promontorio del Barrio de Gálata. Una vez en el otro lado del puente tenía un repecho que subir hasta situarme frente a la famosa torre, uno de los símbolos de Estambul. Sólo la segunda vez tomé el ascensor para poder almorzar en el restaurante. Fue en el año 1999 y recuerdo que la comida y el ambiente fue romántico (iba acompañado por una amiga), además de que las vistas desde lo alto eran formidables.
Esa torre la erigieron los genoveses a mediados del siglo XIV y alcanza una altura cercana a los 70 metros, constituyendo en esos tiempos la construcción más alta de la ciudad conocida entonces como Constantinopla. Ellos la llamaron Christea Turris (Torre de Cristo) y su función era de vigilancia de la ciudad y sus alrededores, pues desde lo alto se domina todo el Cuerno de Oro con el estrecho del Bósforo y el mar de Mármara. Esa torre de arquitectura románica, junto a la basílica de Santa Sofía y la encantadora iglesia bizantina de San Salvador de Cora (del siglo VI) fue lo que más me cautivó de esa prodigiosa ciudad que es Constantinopla… ¡Oh, perdón!, quise decir Estambul.