Tierra prometida
«Y subió Moisés de los campos de Moab al monte de Nebo, a la cumbre de Pisga, que está enfrente de Jericó: y mostróle Jehová toda la tierra de Galaad hasta Dan.
Y a todo Nephtalí, y la tierra de Ephraim y de Manasés, toda la tierra de Judá hasta la mar postrera» (Deuteronomio)
De acuerdo con la tradición judeocristiana, Moisés fue elegido por Yahveh para liberar a su pueblo del destierro egipcio y guiarlo hasta la Tierra Prometida. Tras una larga travesía del desierto, que duró cuarenta años, incluyó numerosas vicisitudes y es actualmente descrita mediante el término éxodo, el profeta logró cumplir con el objetivo encomendado. Desde el lugar denominado monte de Nebo en el Deuteronomio, el líder judío pudo por fin mostrar a su pueblo la tierra plena de leche y miel que la divinidad les había asignado. Aunque para disfrutarla, deberían de cumplir con los preceptos recogidos en las Tablas de la Ley, que le habían sido reveladas al propio Moisés años antes en la península del Sinaí.
Punto culminante de la sierra denominada Abarim, el monte Nebo se eleva a más de ochocientos metros sobre tierras que en la actualidad forman parte de Jordania. Desde este lugar se aprecian excelentes vistas del valle del río Jordán, incluyendo la ciudad de Jericó y, en días muy claros, hasta de la no demasiado lejana Jerusalén. Aquí existió una iglesia datada en el siglo IV, que fue erigida en memoria de Moisés y cuyos restos, así como el mosaico que cubría su suelo, todavía pueden verse dentro de una capilla de construcción reciente. También existe una escultura que representa a una serpiente abrazada a una cruz, hecho que también remite a un episodio bíblico.
No lejos de este lugar se sitúa la localidad de Madaba, también mencionada en la Biblia y famosa por sus valiosos mosaicos. Posiblemente de origen romano, adquirió cierta relevancia durante el posterior periodo bizantino y, más adelante, al pasar a manos de los omeyas. Desde entonces se ha mantenido fiel al credo islámico, aunque en este lugar todavía pueden verse diversas iglesias ortodoxas. Entre ellas se encuentra la denominada iglesia de los Apóstoles, datada en el siglo VI y que ha sido sometida a diversos trabajos de restauración. En su interior contiene un mosaico denominado personificación del mar, que muestra a una fémina emergiendo de las aguas, curiosamente rodeada de símbolos que podrían considerarse paganos.
También del siglo VI es la iglesia greco-ortodoxa de San Jorge, que no destacaría en exceso si no fuera por el extraordinario mosaico representado en su pavimento. Está datado en la misma época y representa un completo mapa de la región que se extiende actualmente desde Líbano hasta el delta del Nilo. Su nivel de detalle llega a tal punto que en la figura se aprecia a la perfección el propio mar Muerto con un par de barcos de pescadores en su superficie. Más sorprendente aún es un preciso plano que muestra a la perfección el diseño de la ciudad de Jerusalén en aquella época, incluyendo edificaciones como la iglesia del Santo Sepulcro o diversas puertas de acceso a la población.
Tras alcanzar la cima del monte Nebo y mostrar a su pueblo la Tierra Prometida, Moisés sintió que había logrado su objetivo. Ya había cumplido los ciento veinte años y Yahveh no le permitía pisar aquel territorio hacia el que había guiado a su gente durante más de cuatro décadas, así que encomendó a Josué la tarea de cruzar el río Jordán. Poco después expiraba y era llorado por sus seguidores durante treinta días y treinta noches. Su lugar de enterramiento es desconocido, aunque un monolito en la cima de la mítica colina recuerda su paso por allí. Seguro que no le hubiera gustado ver en lo que se ha convertido esa tierra por la que tanto luchó.