Thang Long (por Jorge Sánchez)
Mientras esperaba en Hanoi mi tren nocturno para dirigirme a visitar las coloridas tribus de las montañas en Sa Pa, tuve tiempo de entrar en la Ciudad Imperial de Thang Long-Hanoi, caminando, pues se halla al lado del lago Hoan Kiem, frente al monumento dedicado a Lenin. La entrada era gratuita.
Entré en todas las partes adonde que me dejaron, subí unos peldaños hasta lo que parecía un palacio, pero su verdadero nombre era el Portal del Norte (North Gate). Allí se subían todos los turistas, prácticamente todos debían ser vietnamitas por sus aspectos, no recuerdo haber visto ni un sólo occidental durante las aproximadamente dos horas que pasé allí.
Según leí, en un pasado los palacios allí erigidos debieron mostrar una gran magnificencia, pero fueron destruidos durante sucesivas guerras; los franceses también hicieron de las suyas y se les considera culpables del estado ruinoso en que hoy se encuentra esta ciudadela. Había una zona donde te hacían pagar entrada, pero yo no fui al hallarme corto de presupuesto.
A decir verdad, este Patrimonio de la Humanidad no subyuga, y si uno no sabe que UNESCO lo ha declarado como tal, mete la cabeza al complejo, echa un vistazo furtivo y se marcha más bien indiferente. No es una Alhambra de Granada, ni un Machu Picchu, y lo que más impacta es la torre con la bandera. El lugar es más bien una versión modesta (modestísima) del Palacio Imperial de Beijing. Al parecer, el gobierno vietnamita quiere restaurar su antiguo esplendor, lo que tomará varios años (yo lo visité en 2013). Hubo un tiempo cuando esa Ciudad Imperial era el centro político, económico y cultural de la nación, donde se celebraban las ceremonias más importantes. No obstante, me sentí satisfecho con la visita, pues como se dice en mi tierra: «a caballo regalado no le mires el dentado». Poco más tarde viajé a Sa Pa.