Tesalónica (por Jorge Sánchez)
Un día y una noche me quedé en esta ciudad griega visitando todo lo que pude de sus antiguos vestigios arqueológicos. El hotel donde había pasado la noche (llamado Atlas, más barato que el albergue de mochileros) estaba en el mismo centro y pude ir a pie a todas partes. Lo primero que hice fue tocar el pie de la estatua de Aristóteles, como observé que los indígenas del lugar hacían. Se dice que al hacerlo, la estatua te transmite sabiduría. Justo al lado había un mercado donde desayuné.
Mi primera visita fue a la iglesia bizantina del siglo XI llamada Panagia Chalkeo. Curiosamente desde la ventana de mi hotel se veía, pero no adiviné que se trataba de una iglesia tan antigua. Estaba cerrada, había obras en esos tiempos en toda la ciudad, y sólo pude observarla desde el exterior.
Seguí caminando descubriendo el centro, iba preguntando a los nativos por las calles por los sitios que destaca UNESCO. Un griego muy amable, al ver mi interés por su ciudad, me condujo casi de la mano (me agarró del brazo en señal de familiaridad) a la iglesia de Hagia Sophia mostrándome el signo de UNESCO. En esa iglesia haría amistad con uno de sus monjes. No sólo vería sitios UNESCO en Tesalónica; el contacto con las gentes, las charlas con los indígenas, o sus mercadillos, me proporcionaban igual placer que las «piedras».
Aún proseguí por unas 4 horas recorriendo los vestigios arqueológicos de esa ciudad, como la Rotunda de Galerius y el Ágora romana, sin dejarme ni uno de los más notables, y entré en todas las iglesias que encontré abiertas, comprando cirios. La última iglesia que visité antes de que se hiciera de noche, fue la de San Demetrio, fundada en siglo, IV, donde coincidí en el servicio de misa. Cuando estuve satisfecho por todo cuanto habían visto mis ojos y aprendido en Tesalónica, me marché a seguir viajando a otra parte.