Segundo humedal más extenso de España, el delta del Ebro tiene una superficie aproximada de trescientos veinte kilómetros cuadrados. Ésta va incrementándose con el tiempo, como resultado de la acumulación de materiales arrastrados por el río Ebro en su discurrir. El resultado es un terreno con una forma de punta de flecha casi perfecta, que se interna más de veinte kilómetros en el Mediterráneo y constituye el tercer delta más grande entre los creados por los ríos que en él desembocan. Sus tierras presentan un alto grado de salinidad, dando lugar a una vegetación generalmente heliofítica, que requiere de mucha exposición a la luz solar, donde los carrizales y cañaverales tienen una gran importancia. En ellas se ha registrado la presencia de unos trescientos sesenta tipos diferentes de aves, más de la mitad de los aproximadamente seiscientos que pueden verse en Europa, de los cuales cerca de cien nidifican permanentemente. Desde 2013, el delta del Ebro está integrado en la Reserva de la Biosfera Terres de l’Ebre, que comprende unos tres mil kilómetros cuadrados de superficie terrestre y aproximadamente ochocientos del territorio marino adyacente. Cerca de ciento noventa mil personas residen en una zona que destaca no solamente por los recursos naturales anteriormente descritos, sino también por unos valores culturales que se ponen de manifiesto en unos trescientos puntos de interés, incluyendo iglesias, castillos, torres de vigilancia y diversas muestras de arte rupestre.