Soñar no cuesta nada: Sitios arqueológicos ibéricos
Crédito: santiago lopez-pastor
Vosotros sois muy jóvenes y no lo recordáis, pero hace muchos, muchos años un anuncio de la entonces TVE afirmaba que lo que pesan no son los años, sino los kilos. No dudo de que semejante afirmación no sea apropiada para vender un producto, que si no recuerdo mal era agua mineral, pero en mi caso la considero errónea. Los kilos nunca me han pesado, de hecho sigo vistiendo la misma talla desde hace tres décadas, pero los años están empezando a convertirse en una elevada carga, que amenaza cada vez más a ese precario equilibrio en el que siempre me he mantenido. El tiempo no pasa en balde y el simple hecho de vivir resulta cada vez más costoso, más fatigoso, más asfixiante.
Como era de esperar, los sueños tampoco escapan a la tiranía de los años. Cada vez más escasos, más leves, más fútiles, su breve existencia transcurre de manera efímera, sin dejar casi ningún rastro de su devenir. Cada vez que se acercan las vísperas del diecinueve de mayo recuerdo a aquel dramaturgo que afirmaba que la vida es solo un sueño, aseveración con la que no puedo estar más de acuerdo. Cierto es que Calderón hacía alusión al mito, real, de Segismundo, poniendo en sus labios afirmaciones como las que vierte en un recordado soliloquio. Tal y como aseguraba éste, mi vida no es más que un frenesí, una ilusión, una sombra y una ficción. Aunque, de vez en cuando, yo también sueño que estoy aquí, de estas prisiones cargado e incluso alguna vez llegué a soñar que en otro estado más lisonjero me vi.
No quita todo esto para que hoy sea diecinueve de mayo y mi ración de sueños tome forma y amenace con hacerse visible. Este año están relacionados con sitios arqueológicos existentes en la Península Ibérica y, descontando los relativos al megalitismo, a los que me referí aquí, y algunos otros que mencioné en esta entrada, procedo a listarlos con la cada vez más lejana sensación de que algún día se harán realidad.
Peña Buraca: Siguiendo un orden cronológico de adelante hacia atrás, empezamos con el sitio arqueológico conocido como Peña Buraca. Localizado en las inmediaciones de la población cacereña de Piedras Albas, su elemento principal es una roca con dos peculiares cavidades, que la llevan a ser apodada Canchal de los Dos Ojos. Cerca de ella se encuentran una necrópolis y varios lagares, datados presumiblemente en época tardorromana o altomedieval.
Recópolis: Ubicada cerca de la localidad alcarreña de Zorita de los Canes, Recópolis alberga los vestigios de una antigua ciudad visigoda. Afirman algunos expertos que fue construida por Leovigildo en la segunda mitad del siglo VI y que le dio ese nombre en honor a su hijo Recaredo. Para otros no está claro que así sea, pero de lo que no hay duda es de su importancia en la época, como lo demuestran los restos de un palacio y de una iglesia de notables dimensiones.
Villa romana de Carranque: Afirman algunos entendidos que fue Materno Cinegio, a la sazón tío del emperador Teodosio, quien encargó la villa romana de Carranque. Se localiza en el municipio toledano homónimo y de lo que no cabe duda alguna es de la grandiosidad que debió tener a finales del siglo IV, cuando se supone que fue construida. También conocida como Palatium, fue reconvertida en iglesia durante la época visigoda.
Villa romana La Olmeda: Anterior a ella es la villa romana La Olmeda, localizada en el municipio palentino de Pedrosa de la Vega. Sirvió como explotación agrícola entre los siglos I y III y fue reedificada a finales del siglo IV, siendo probablemente dedicada a otros fines. Destaca su conjunto de mosaicos, que está considerado uno de los más valiosos de España debido a su buen estado de conservación.
Miróbriga: Es probable que en España existiera una civitas llamada Miróbriga en algún punto de Extremadura, pero resulta más interesante la antigua población lusitana homónima. Situada junto a la localidad alentejana de Santiago do Cacém, fue habitada aproximadamente entre los siglos I y IV de nuestra era e incluye restos del foro, diversas viviendas y dos conjuntos de termas. A cierta distancia se encuentran trazas de lo que fue un circo, el único hallado en Portugal hasta la fecha.
Castro de Santa Tecla: Se considera que el poblamiento del castro de Santa Tecla comenzó hacia el siglo I a.C., prolongándose durante un par de siglos. Muy poco influenciado por la cultura romana que en esa época ya se extendía por el resto de la península, sus viviendas son de diseño circular y estaban cubiertas por tejados cónicos de paja. Se encuentra en el municipio pontevedrés de La Guardia.
Baelo Claudia: En el precioso entorno de la playa gaditana de Bolonia se encontraba la población de Baelo Claudia, cuya fundación está datada a finales del siglo II a.C. Establecida sobre un posible asentamiento fenicio, la principal actividad a la que se dedicaban sus habitantes era la industria de los salazones y la producción de garum, cotizada salsa de la época. De su importancia da idea el hecho de que el emperador Claudio la ascendió a municipium y entre sus elementos destacan los tres templos dedicados a la Triada Capitolina.
Numancia: Aunque se tiene constancia de asentamientos humanos en la zona desde hace unos cinco mil años, la constitución de Numancia como entidad de población tuvo lugar hacia el siglo IV a.C. Aproximadamente dos siglos más tarde fue conquistada por Publio Cornelio Escipión tras un duro asedio que acabó con la mayoría de sus habitantes. Me siento en deuda con Numancia desde que no pude acceder a su interior por ser lunes y estar cerrado el sitio arqueológico.
El Turuñuelo: Hasta hace apenas diez años se consideraba que la civilización tartessa no había ido más allá de la desembocadura del río Guadalquivir y sus alrededores. Pero en 2014 se decidió excavar un túmulo existente en el municipio pacense de Guareña y los resultados fueron sorprendentes. Tanto, que los conocimientos existentes hasta entonces sobre los misteriosos tartessos debieron ser completamente reevaluados. No en vano a este lugar se le considera el sitio arqueológico más importante de España junto con Atapuerca.
Cancho Roano: No lejos de El Turuñuelo se encuentra Cancho Roano, yacimiento localizado en el término municipal también pacense de Zalamea de la Serena. De origen tartesso-turdetano, se trata de una edificación construida en el siglo VI a.C., que por sus dimensiones debería corresponderse con un palacio o un templo. Diversas teorías existen al respecto, aunque parece ir ganando la que asegura que se trata de un lugar donde se ejercía la prostitución sagrada en honor a la diosa Astarté.
Ampurias: Interesantísimo sitio arqueológico, especialmente por ser el único de la Península Ibérica que alberga restos romanos y griegos a la vez. La población fue fundada en el siglo VI a.C. por navegantes procedentes de la entonces griega y hoy turca ciudad de Focea. A finales del siglo III a.C. pasó a manos romanas, quienes llegaron a construir un anfiteatro en el exterior del recinto amurallado. Permanece inhabitada desde el siglo III, cuando sus habitantes se trasladaron a la actual localidad de San Martín de Ampurias.
Cástulo: Damos un salto considerable en el tiempo y nos plantamos en los inicios de la Edad del Bronce, hacia el siglo XXIV a.C. En esa época fue fundada la ciudad de Cástulo, que llegó a ser capital de la Oretania, más tarde civitas romana y luego destacada población medieval, hasta su abandono en el siglo XV. Por consiguiente, casi un milenio estuvo habitado este lugar, que se encuentra en el municipio jiennense de Linares.
La Bastida: Los expertos tienen pocas dudas de que la cultura argárica constituyó el primer estado existente en Europa. Se desarrolló en el sureste español entre los siglos XXIV y XVII a.C. aproximadamente y su población mejor conservada se situaba sobre un cerro existente en el municipio murciano de Totana. A pesar de su extensión y de estar fuertemente amurallada, La Bastida tan solo estaba habitada por unas seiscientas personas, lo que da idea de la escasa densidad poblacional de la época.
La Almoloya: Cerca de allí, en el también murciano municipio de Pliego, La Almoloya se ubica en la cumbre de un cerro que supera los quinientos sesenta metros de altura. Población argárica que se desarrolló a la vez que la anterior, muestra un desarrollo importante para la época, incluyendo técnicas arquitectónicas avanzadas. Sus viviendas tenían una superficie considerable, incluyendo lo que presumiblemente fue un palacio o lugar de reunión de los dirigentes de la comunidad.
Motilla del Azuer: Sin abandonar esa etapa tan innovadora en la humanidad que fueron los comienzos de la Edad del Bronce, nos desplazamos hasta La Mancha. Allí surgieron unos asentamientos característicos, que son localmente conocidos como motillas. El ejemplo más destacado es la denominada Motilla del Azuer, situada en el término municipal de Daimiel y que representa una fortaleza circular dispuesta en anillos concéntricos. En el interior del recinto amurallado se sitúan una torre y un patio, donde está excavado un pozo. La muralla que lo protege, de unos ocho metros de altura, da idea de que, ya por entonces, el agua era el bien más preciado del que disponía el ser humano.