Sus cerca de un millón trescientos mil residentes convierten a Sofía en la ciudad más poblada de Bulgaria así como la decimocuarta entre las localidades de la UE con mayor número de habitantes. El origen de la población se remonta hasta el siglo VIII a.C., cuando allí se estableció un asentamiento tracio que los antiguos griegos conocían como Serdica. Su denominación actual comenzó a ser utilizada a partir del siglo XIV y proviene de una iglesia dedicada a Santa Sofía, que fue construida en el siglo VI y aún se conserva. Tras ser conquistada por los romanos a comienzos de nuestra era, Serdica fue arrasada por los hunos y luego reconstruida por los bizantinos. A comienzos del siglo IX pasó a formar parte del Primer Imperio Búlgaro y empezó a ser conocida como Sredets, denominación que alternó con la de Sofía hasta finales del siglo XIX. Tras la caída del Segundo Imperio Búlgaro a finales del siglo XIV, la ciudad fue ocupada por los otomanos y así se mantuvo hasta ser tomada por los rusos a finales del siglo XIX. Desde la independencia de Bulgaria a comienzos del siglo XX es la capital del país. Todas estas vicisitudes han dejado huella en forma de monumentos en Sofía, especialmente en lo que a arquitectura religiosa se refiere. Sobresalen la bella catedral de Alexander Nevsky; la anteriormente mencionada iglesia de Santa Sofía; la pequeña iglesia de San Jorge, construida en el siglo IV y que está considerada uno de los templos cristianos más antiguos que se conservan; la iglesia de Boyana, declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO; la mezquita Banya Bashi; y la menos conocida pero muy atractiva iglesia de Sveti Sedmochislenitsi. La arquitectura civil está bien representada por las edificaciones que albergan el Teatro Nacional, la Asamblea Nacional y la Academia de Ciencias. Por último, hay que mencionar el Museo Nacional de Historia, que es el más grande de Bulgaria, y el Museo Arqueológico Nacional, integrado en una antigua mezquita construida a finales del siglo XV.