Sin caer en la cuenta
A pesar de no ser demasiado conocida fuera del ámbito del Islam, la localidad tunecina de Kairouan tiene una enorme importancia entre los fieles de esta religión, probablemente la más practicada en el mundo. No en vano está considerada la cuarta ciudad santa para los musulmanes, tras La Meca, Medina y Jerusalén. Y, aunque no es un destino de peregrinación al nivel de las anteriores, suele ser un objetivo para los creyentes que habitan en el norte de África, donde se considera que siete peregrinajes a Kairouan equivalen a uno a La Meca. Población, esta última, sagrada por excelencia para ellos y a la que muchos no tienen fácil llegar.
La Gran Mezquita de Kairouan, también denominada mezquita de Uqba, fue mandada construir en el siglo VII por el general omeya de ese nombre, a quien se atribuye la conquista de buena parte del Magreb para las huestes islámicas. Tan bravo era este guerrero que sus correrías lo llevaron hasta la costa occidental africana, cerca de lo que hoy constituye la ciudad marroquí de Agadir, donde hubo de detenerse al encontrarse con el mar. De acuerdo con la leyenda, furioso por no poder continuar su avance entró con su caballo en el agua y se encomendó a Alá, poniéndolo por testigo de que solo el océano le impedía conquistar más tierras para el Islam en su nombre.
El topónimo Kairouan se originó a partir de la misma raíz de origen persa que dio lugar a los términos caravana o caravanserai. A mi entender, la Gran Mezquita presenta una apariencia bastante similar a estos últimos. Tiene un patio de forma rectangular, y aspecto fortificado, donde probablemente los peregrinos descansaban y permanecían a la vez protegidos en tiempos pasados. El minarete está datado aproximadamente en el siglo VIII y se asegura que es el más antiguo de los que quedan en pie en el Planeta. La bonita cúpula que cubre la entrada principal a la sala de oración fue añadida a finales del siglo IX y, desde esa época, la mezquita no ha sufrido cambios significativos en su aspecto, salvo pequeños trabajos de restauración.
Aunque sea la más relevante, no es la Gran Mezquita la única de importancia en Kairouan. No hay que olvidar la mezquita de las Tres Puertas, que fue construida a mediados del siglo IX y debe su nombre a los tres arcos que componen el característico acceso principal al templo. De gran interés es también la mezquita del Barbero, en la actualidad una zaouia o escuela coránica, cuyas paredes están cubiertas de vistosos azulejos y albergan la sepultura de un discípulo de Mahoma. El cual, según la leyenda, conservó en su poder tres pelos de la barba del profeta y de ahí la curiosa denominación con la que es conocida.
Asegura otra leyenda que el general Uqba fundó Kairouan en ese lugar porque allí brotaba un manantial que le recordó a otro que lo hacía en La Meca. Debido a ello, la ciudad resultante se convirtió en sagrada. Sea como fuere, cualquiera que visite Túnez debería pasar al menos unas horas allí, aunque para los no creyentes resulte prácticamente imposible entrar en la sala de oración de la Gran Mezquita. Habrá el viajero de conformarse con acceder al interior del patio, donde numerosos arcos de herradura se entremezclan soportados por centenares de columnas, la mayoría de ellas llevadas allí desde las ruinas de la ciudad de Cartago. Aunque no es recomendable pecar de curiosos y tratar de contarlas. Porque según la leyenda, otra más en este lugar donde la ficción se mezcla con la realidad a cada paso, quien así lo intente permanecerá ciego para siempre. Por si acaso, y a pesar de mi manía de contarlo casi todo, me abstuve muy mucho de hacerlo.