Simbolismo a la portuguesa
António Augusto Carvalho Monteiro fue uno de esos escasos personajes tan adelantados a su tiempo que frecuentemente son tachados de raros, o incluso de locos, por sus coetáneos. Cierto es que podía permitirse sus numerosas excentricidades al tener la suerte de haber nacido en una familia adinerada, portugueses que habían hecho fortuna emigrando a Brasil a comienzos del siglo XIX. Monteiro contribuyó sobremanera a aumentar la riqueza familiar, tanto es así que llegó a ser conocido con el apodo de Monteiro dos Milhões. Cuando consideró que su parte estaba cumplida decidió retornar a la tierra de sus ancestros, estableciéndose en las inmediaciones de Lisboa. Allí pasó sus últimos años dedicado por completo a sus múltiples aficiones, todas ellas con evidentes connotaciones culturales.
En Portugal se conoce como quinta a una propiedad rústica, de tamaño inferior a una hacienda aunque con un terreno generalmente dedicado a labores agrícolas, y con una vivienda principal de dimensiones considerables. Monteiro eligió como residencia un lugar de estas características, situado en la localidad de Sintra y que ya por entonces era conocido como Quinta da Regaleira. De inmediato se puso manos a la obra en el intento de adaptar la finca a sus gustos, que iban mucho más allá del modernismo imperante a finales del siglo XIX. Para ello eligió al arquitecto italiano Luigi Mannini, que comenzó a trabajar siempre bajo su supervisión. Pocos años más tarde toda la propiedad estaba impregnada de un marcado carácter simbolista, relacionado con la práctica de la alquimia y la masonería de su propietario, a la vez que con su admiración por algunas órdenes religiosas en boga muchos siglos atrás.
La edificación principal de la quinta es el denominado Palácio da Regaleira, impresionante construcción de aspecto ecléctico como resultado de la mezcla de diferentes estilos, con predominio de ese gótico tan característico portugués que se ha dado en llamar manuelino. No faltan en el edificio esos símbolos a los que Monteiro era tan aficionado, como una torreta que alude a las conquistas portuguesas en el Nuevo Mundo y se eleva sobre el resto del inmueble ofreciendo buenas vistas de la vecindad. El interior del palacio ofrece un aspecto tanto lujoso como funcional pero siempre imaginativo, destacando una biblioteca que en vida de su creador contenía una de las mejores colecciones del país y que carece por completo de iluminación salvo en el suelo. Este ardid, junto a unos espejos estratégicamente colocados, hace creer al visitante que la sala está suspendida en el aire.
La simbología sigue siendo el motivo fundamental en el resto de la propiedad. Para diseñar el exuberante jardín que rodea al palacio, Monteiro se inspiró en la Divina Comedia de Dante y lo dispuso en la ladera de una colina cuya cima se alcanza mediante veredas sinuosas, asemejando los avatares que ha de vivir el ser humano hasta alcanzar el Paraíso. Numerosas grutas se hallan por doquier, conectadas mediante túneles entre ellas y a su vez con el palacio y la capilla, como mostrando el camino que lleva de la oscuridad a la luz. Uno de los lugares más enigmáticos es el llamado Pozo Iniciático, formado por una escalera en espiral que desciende hacia el fondo, donde se encuentra una rosa de los vientos sobre una cruz templaria, referencia evidente a la Orden del Temple y la menos conocida Rosacruz.
No terminan aquí las sorpresas que esperan al visitante de este misterioso lugar. El lado cristiano de Monteiro está representado por una pequeña pero espectacular capilla de aspecto gótico, cuyo interior está cubierto por frescos que muestran a sus personajes religiosos favoritos. El agua también juega un papel importante, protagonizado por pequeños lagos, fuentes de lujoso aspecto e incluso un acuario. Destaca también una torre, cuyo objetivo era dar la sensación de situarse sobre el eje de la Tierra a quien subiera y desde la que se aprecia una amplia panorámica de los alrededores. A pesar de ser menos conocida que otros sitios de interés en Sintra, la Quinta da Regaleira me cautivó con sus múltiples enigmas y no salí de ella indiferente ante esa mezcla de arte, cultura, naturaleza, religión y esoterismo propuesta por su imaginativo autor.