Este debe ser el patrimonio mundial más fácil que he visitado en Irán. Se hallaba en la ciudad de Shushtar, justo a 40 metros de mi hotel; abriendo la ventana de mi habitación se veía. Podría haber no pagado los 200.000 riales de entrada pues todo se veía desde un puente público, pero al final pagué y poco más vi, ya que el edificio parecido a un palacio que había subiendo unos escalones estaba cerrado.

El vendedor de las entradas estaba tomando té en un hueco diminuto empotrado en una pared donde sólo cabía él. Bajé los escalones y me acerqué al río desde tuve una mejor visión del lugar. Fue cuando le pedí a un indígena que me hiciera una foto delante del complejo, frente a un letrero escrito en farsi y en inglés donde se explicaba la función del Sistema Histórico Hidráulico de Shushtar.

Allí abajo, en medio de un cañón atractivo, vi dos cascadas, un puente derruido, molinos de agua, túneles, presas y el río Karún con varios patos. Sin embargo, tanto el edificio que parecía un palacio y que en realidad era un castillo llamado Salasel, más otra construcción notable en forma de torre, llamada Kolah Farangi, no me dejaron verlos por dentro. Ese río Karún es precisamente el más caudaloso de Irán (con cerca de 1.000 kilómetros de longitud) y es el único navegable. Vierte sus aguas en el Golfo Pérsico. En el pasado (en el siglo III) el río fue canalizado rodeando Shushtar, convirtiendo así esta ciudad en una isla.

El canal frente al que me hallaba es llamado Gargar y todavía abastece de agua a la ciudad de Shushtar, además de regar los campos de cultivo y árboles frutales de los alrededores. Se considera producto del ingenio humano, una obra maestra de ingeniería, por eso ha sido nombrado patrimonio mundial. Al día siguiente me desplacé a la vecina ciudad de Andimeshk.