Obra del zar Pedro el Grande de comienzos del siglo XVIII, la finalidad subyacente a la creación de San Petersburgo era la de trasladar hasta ella la capital rusa. Así se mantuvo durante más de dos siglos, hasta que los bolcheviques la despojaron de ella tras la Revolución Rusa. El lugar elegido fue una zona de marismas cercana a la desembocadura del río Neva, que quedó completamente ligado a la idiosincrasia de la población y sus ciudadanos desde entonces. La denominación de San Petersburgo no debió gustarle a los soviéticos, que la modificaron primero a Petrogrado y más tarde a Leningrado. Y esta última no le hizo mucha gracia a los nazis, que la sitiaron durante novecientos días sin lograr conquistarla. Después de tantas desgracias, que acabaron con la caída del macabro régimen comunista, San Petersburgo ha recobrado su antiguo esplendor y se ha convertido en una de las capitales culturales del mundo. El patrimonio que almacena su centro histórico es casi interminable e incluye templos como la iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada, la catedral de San Isaac, la catedral de la Trinidad o la catedral de Nuestra Señora de Kazán; palacios como el Beloselsky-Belozersky, el Stroganov o el famoso Palacio de Invierno, situado en la denominada Plaza del Palacio y que alberga el museo del Hermitage; monasterios como el lauro de Alexander Nevsky o el monasterio Smolny; avenidas como Nevsky prospekt; y fortalezas como la de San Pedro y San Pablo, además de un casi inacabable número de museos entre los que destaca el anteriormente mencionado museo del Hermitage. No hay que olvidar tampoco sus numerosos canales, salvados por al menos cuatrocientos puentes, algunos de ellos levadizos para permitir el paso de los barcos, y entre los que destacan el puente del Intercambio y el puente del Palacio. San Petersburgo, en suma, constituye uno de los conjuntos monumentales más importantes del mundo.
