San Agustín (por Jorge Sánchez)
En mi camino desde Bogotá a Ecuador decidí visitar un sitio UNESCO que me intrigaba por unas estatuas representando el Doble Yo: San Agustín. Guardaba una postal antigua, de cuando era niño, con la estatua número 23, y ansiaba dar con ella. Llegué a San Agustín a media tarde y una chica de origen ecuatoriano, al constatar mis condiciones paupérrimas, me ofreció alojamiento en su casa. Gracias a sus explicaciones al día siguiente visitaría lo más característico de San Agustín. Mi amiga era la única extranjera que vivía en San Agustín; todos los demás habitantes eran colombianos, de origen indio. Por alguna extraña razón todos los extranjeros (y hasta colombianos de origen europeo) que intentan vivir allí sienten malestares que les obligan a emigrar a los pocos días, sino, se vuelven locos. Según ella, era debido a los espíritus del gran cementerio que representa San Agustín, con más de 300 estatuas funerarias, que incordian a los extraños indeseados. Parecía cosa de brujería.
Me encantaba el lugar. San Agustín y alrededores, Tierradentro, las montañas y el río Magdalena pasando entre los desfiladeros, constituye uno de los conjuntos de más belleza de Sudamérica. Por la mañana empleé varias horas en recorrer el parque arqueológico, hablar con los vigilantes sobre su historia, y consultar la biblioteca del museo. La cultura agustiniana se remonta a más de 1.000 años atrás, cuando San Agustín y los alrededores era un cementerio indígena donde se realizaban ritos mágico-funerarios. Cada tumba iba acompañada de una o más figuras de piedra, de 2 a 3 metros de alto, simbolizando el Yo verdadero del difunto con una careta en sus manos que representaba su máscara social e irreal. Casi todas las estatuas estaban dirigidas hacia el este, hacia el sol. Había también un templo y varios menhires. Algunas estatuas mostraban caras agresivas, con colmillos de jaguar y de otros animales.
Dos días me tomó visitar a pie todas las estatuas de los alrededores en sus sepulcros, a veces situadas sobre lo alto de una colina, o junto a un gran desfiladero, con el río Magdalena abajo. El tercer día me preparé para iniciar un trekking a las fuentes del río Magdalena.