En el pasado había transitado varias veces la ciudad de Salamanca visitando durante unas horas la Plaza Mayor, la catedral y alguna iglesia que otra. También había admirado el exterior de su universidad tratando de localizar la famosa rana. Pero nunca había pasado una noche en esa ciudad. Nunca hasta que realicé la Ruta de la Plata a pie como peregrino. Crucé el río Tormes por el puente romano y llegué hacia el mediodía a Salamanca, proveniente de San Pedro de Rozados. Había sido una etapa suave. Me dirigí al albergue de peregrinos Casa la Calera, junto al huerto de Calisto y Melibea, donde me duché, y después salí a recorrer la ciudad y comprar en un supermercado zumo de naranja más varios bocadillos de mortadela para comer.
La catedral era lo que me quedaba más cerca del albergue, así que entré en ella de manera libre al presentar mi Credencial del Peregrino. Yo no sabía que en Salamanca había dos catedrales unidas, la vieja y la nueva (una comenzó a construirse en el siglo XII y la otra en el XVI), cosa que me dijo el vendedor de entradas, así que visité ambas, tanto los retablos como las capillas más bellas, claustros, campanarios y demás tesoros. Antes de salir le compré un cirio al monaguillo del párroco. Me dirigí entonces a recabar información a la vecina oficina de turismo, en la Casa de las Conchas (era un antiguo palacio y su dueño fue un enamorado del Camino de Santiago, por eso decoró su palacio con conchas jacobeas), y gracias a sus consejos seguí descubriendo la ciudad, entrando en el Centro Documental de la Memoria Histórica, donde visité el gracioso museo de la masonería, en el que se ridiculiza a esa secta.
Después me fui a la fachada de la universidad, donde se encuentra la estatua de Fray Luis de León, que había allí estudiado, lo mismo que Cervantes (aunque se tienen dudas), Lope de Vega, Calderón de la Barca, Antonio de Nebrija, Francisco de Vitoria, Hernán Cortés…y muchos personajes ilustres españoles más. Debía revisitar esa universidad, aunque sólo pude admirar su fachada y un patio, ya que es la tercera más antigua de Europa permanentemente activa, tras la de Bolonia y la de Oxford.
Antes de regresar a mi albergue me dio tiempo de visitar la magnífica y entrañable Plaza Mayor y recorrerla fijándome en los medallones de personajes históricos sobre sus 88 arcos, tales como reyes, descubridores, escritores, sabios, santos… Considero que la Plaza Mayor de Salamanca es la más bonita de España; incluso es más hermosa e interesante que la de Madrid. Esa noche dormí en el albergue como un lirón y por la mañana caminé hacia las afueras de la ciudad, atravesando la Plaza Mayor (donde desayuné un café con leche más un bollo de nata). Pronto vi las flechas amarillas y caminé arrebatado, no parando hasta El Cubo de Tierra del Vino, mi siguiente etapa.
