Saba (por Jorge Sánchez)
A veces he tenido éxito practicando avión-stop, pero no en la isla de San Martín, a pesar de que lo intenté dos mañanas seguidas. Al final tuve que comprar un vuelo triangular: Saint Martin – Saba – Sint Eustatius – Saint Martin. No pretendía explorar la isla de Saba en profundidad visitando los cuatro elementos que señala UNESCO. Me contenté con conocer superficialmente la isla y realizar un trekking a la cima más alta del Reino de los Países Bajos: el Monte Scenery, de 888 metros, que es un volcán potencialmente activo.
El aterrizaje en el aeropuerto de la isla me cortó la respiración. La pista es tan corta que temí que el avión cayera al agua. Desde allí caminé hasta la primera población, The Bottom, la capital de la isla. Fue fundada sobre un cráter. Los amables conductores paraban sus coches junto a mí y se ofrecían a llevarme, pero yo declinaba con gentileza, ya que deseaba sentir la isla bajo mis pies.
En The Bottom visité un museo, las tres iglesias de diferentes denominaciones, un supermercado para comprarme un bocadillo de mortadela para la cena, y la parada del autobús en forma de kiosco, en cuyo banco de madera pasaría la noche. No necesitaba nada más. Por la mañana visité la Oficina de Turismo, donde me proveí de mapas gratuitos de la isla, y emprendí un corto pero agradable trekking que me tomó menos de dos horas a través de una naturaleza exuberante, hasta el pico Scenery. El sendero estaba muy bien señalizado; era imposible extraviarse por entre la maleza. Desde la cima, la vista era espectacular.
A pesar de que ese trekking no estaba incluido entre los cuatro elementos de la lista del Patrimonio de la Humanidad de Saba, fue lo que más me complació de la isla. A media tarde, cuando llegó la hora, volé con destino a Sint Eustatius.