Runas y ruinas
Sigtuna es una pequeña ciudad sueca situada a orillas del lago Mälaren, a poco más de una hora en transporte público de la capital del país. A pesar de su aspecto actual de tranquila localidad provinciana, sus calles muestran numerosas huellas de un brillante pasado, no en vano en este lugar transcurrieron los acontecimientos quizás más importantes de la historia de Suecia. Fundada en el siglo X por un rey vikingo, se trata de la villa más antigua de este estado escandinavo y durante varios siglos disfrutó de largos periodos de esplendor, combinados con otros en los que fue prácticamente arrasada por invasores extranjeros. De su relevancia durante el medievo da fe el hecho de que en ella fueron acuñadas las primeras monedas suecas de las que se tiene constancia.
El paso del tiempo no le sentó demasiado bien a la villa, que fue poco a poco marchitándose. A su vez, la vecina Estocolmo iba tomando el relevo como ciudad puntera en el incipiente estado sueco, con lo que Sigtuna fue oscureciéndose hasta quedar reducida a poco más que una aldea no hace demasiadas décadas. De su brillo anterior solo quedaron retazos, en forma de iglesias semiderruidas o monasterios abandonados. Tuvo que ser curiosamente el turismo, tantas veces vilipendiado, el que contribuyó a que la población volviera a ver un rayo de luz. Primero con la construcción del cercano aeropuerto de Arlanda, que devolvió cierta vida a sus calles, y más tarde con la afluencia de viajeros, que comenzaron a llegar para interesarse por esta plácida localidad de tan interesante pasado.
Al contrario que la mayoría de las localidades en Escandinavia, Sigtuna mantiene su estructura medieval, que prácticamente no ha sido reformada con el paso de los siglos. Storagatan es la calle principal de la villa y muestra al visitante pintorescos edificios. No menos curioso es el Ayuntamiento, pequeña construcción de madera que data del siglo XVIII y se mantiene en perfecto estado. De ella se cuenta que antiguamente los borrachos que no conseguían encontrar el camino de vuelta a casa podían quedarse a dormir en su interior, usando para acceder a él una llave que se guardaba en un lugar de todos conocido. En la misma Storagatan se encuentra el Museo de Sigtuna, que alberga una interesante colección sobre diversos elementos históricos relacionados con la ciudad y su trascendencia en el periodo vikingo.
De las cuatro iglesias principales que llegó a tener Sigtuna, la única que se mantiene en pie por completo y sigue oficiando servicios es la iglesia de Santa María, edificación gótica del siglo XIII con paredes de ladrillo. No obstante, resulta de menor interés que las tres restantes, realizadas en piedra en un periodo probablemente anterior y cuya restauración no se ha llevado a cabo, con buen criterio en mi opinión. De la iglesia de Sankt Lars solo quedan los restos de una torre, que aún se mantiene en pie mostrando al visitante su aspecto románico. La dedicada a Sankt Pers me recordó a algunas ruinas que había visto en Irlanda tiempo atrás y presenta un estado aceptable, siendo incluso posible acceder a su interior. Por su parte, la iglesia de Sankt Olofs mantiene el campanario en buen estado y formaba parte de un antiguo complejo monástico dominico.
Pero si hay algo que caracteriza a este lugar es la profusión de piedras rúnicas que pueden verse en la villa y su entorno. Tanto en el museo, como cerca de las iglesias y otros puntos de la población y alrededores, se hallan más de un centenar de estas misteriosas piedras grabadas, siendo el sitio con mayor abundancia de ellas en toda Suecia y, por tanto, en el mundo. Los propósitos para los que se erigían y labraban estos extraños monolitos eran diversos, pues servían tanto para recordar la memoria de un difunto como para rendir tributo a los reyes o a los dioses. También para señalizar un territorio como perteneciente a una saga determinada o incluso para hacer publicidad de algo o alguien. En Sigtuna estuvimos pues contemplando los primeros anuncios publicitarios de la Historia, ésa que se respira en cada rincón de tan bucólica localidad.