Risco Caído (por Jorge Sánchez)
Tenía mucha ilusión en conocer el patrimonio mundial español Paisaje cultural del Risco Caído y las montañas sagradas de Gran Canaria, puesto que representaba mi último UNESCO español, el que hacía el número 50.
Volé desde Barcelona a Las Palmas de Gran Canaria y al día siguiente me desplacé en guagua hasta el Centro de Interpretación de Artenara, donde tenía una cita para que me explicaran este patrimonio mundial mediante diversos vídeos, fotografías y una demostración en una reproducción de la cueva de Risco Caído, con cúpula en forma de cono, sobre cómo funcionaba un calendario basado en los astros de los antiguos indígenas de la isla, para calcular las épocas de siembra y cultivo de sus productos agrarios.
Lo primero que me dijo uno de los dos empleados de ese centro de interpretación fue que la visita a las cuevas estaba prohibida desde el año 2019, así que me tendría que conformar con esa demostración.
La explicación duraría, aproximadamente, una hora, entre los vídeos, fotografías y dibujos de triángulos invertidos. Cuando entré en la reproducción de la cueva con cúpula cónica el empleado puso un vídeo donde el sol se iba moviendo a través de una abertura, y gracias a ello los indígenas averiguaban el día del año y la estación en la que se encontraban. En realidad, varias de esas cuevas eran una especie de templos y observatorios astronómicos.
Fue todo muy didáctico, incluso el nombre de los aborígenes originales de Canarias, pues yo, en mi ignorancia, creía que se llamaban guanches. Pero no, el empleado me enseñó que los guanches eran los habitantes de la isla de Tenerife, mientras que los de Gran Canaria eran los canarios. Los de La Gomera eran los gomeros, los de El Hierro se llamaban bimbaches, los de La Palma eran benahoaritas, y los de Fuerteventura y Lanzarote eran los majos. Todos provenían del norte de África y estaban emparentados con los bereberes. Una teoría sostiene que se asentaron en esas islas huyendo de la invasión romana. Sin embargo, no construyeron barcos, ni siquiera balsas, y no se comunicaban entre islas.
Otra cosa que me sorprendió fue saber que el espacio geográfico que comprende ese sitio UNESCO alcanza las 18.000 hectáreas, lo que corresponde a más de un 11% de la superficie de la isla de Gran Canaria. Es decir, el encontrarme en Artenara era equivalente a haber estado en ese patrimonio mundial, ya que se ubica dentro de las 18.000 hectáreas, y que también comprendían una reserva mundial de la biosfera, además de diversas poblaciones vecinas a Artenara, como Tejeda, La Culata, Cruz de Tejeda, etc.
Cuando me despedí, firmé el libro de los visitantes sin olvidar alabar el valor pedagógico de ese centro de interpretación y el conocimiento erudito de sus empleados. A uno de ellos le pedí que me tomara una foto en la puerta donde se distinguiera el símbolo de UNESCO.
Yo no me conformaba con haber pisado por unas horas una ciudad, como Artenara, incluida en el UNESCO, sino que quería emplear un mínimo de dos días con dos noches en ese patrimonio mundial, por lo que me dirigí a la vecina Tejeda, en parte caminando y en parte en autostop. Al llegar noté que junto a su iglesia había un mirador dominando una enorme y espectacular caldera y varios picos icónicos, como el Roque Bentayga y el Roque Nublo. El escenario era bello y me suliveyó en grado sumo. Un letrero indicaba que Tejeda es uno de los pueblos más bonitos de España.
Cuando me entró hambre compré en un supermercado un par de bocadillos de mortadela y una botella de agua para el yantar del medio día. Luego pregunté en la oficina de turismo por un albergue económico y me enviaron a uno de ellos, una especie de camping en medio de la maleza que cobraba 20 euros por persona y se localizaba de camino a Roque Nublo. Según la empleada, se hallaba a una media hora a pie atravesando un denso follaje. Y hacia allí me dirigí, con tan mala suerte que al cabo de una hora no daba con él, así que seguí escalando una montaña de gran pendiente y al cabo de unas 2 horas, ya exhausto, me topé con un poblado llamado La Culata. Por ir distraído no me di cuenta del desvío hacia el camping. Como no quise retroceder, me alojé en una casa rural de La Culata y al día siguiente, a pesar de la molesta llovizna y al caminar medio cojo debido al dolor del dedo gordo del pie derecho, cuya uña se me arrancó, reemprendí la marcha hacia Roque Nublo. Pero de nuevo me perdí, y dos veces, por no estar los senderos bien señalizados; en vez de llegar a Roque Nublo alcancé la Cruz de Timigada. El lugar era bien chévere y desde allí se veía enfrente el Roque Nublo, a una altitud sobre el nivel del mar que supera los 1800 metros, pero no quise llegar a él pues mi intención ahora era caminar hasta Cruz de Tejeda, ya que en la oficina de turismo de Tejeda me habían informado sobre el Camino de Santiago de Gran Canaria, de unos 66 kilómetros de peregrinaje, los que distan de Maspalomas a Gáldar. Tanto Tejeda como Cruz de Tejeda representan dos de sus escalas, por lo que resolví acometer tal Camino de Santiago a pie a partir de Tejeda. En cada escala me sellarían la credencial del peregrino que me había facilitado la empleada de turismo de Tejeda, y al llegar a Gáldar recibiría un certificado similar a la compostela que te entregan al llegar a Santiago de Compostela, en Galicia.
Y eso fue lo que hice. En Cruz de Tejeda hice una foto de tal cruz de piedra, me compré dos bocadillos de mortadela más un dulce típico canario a base de mazapán, 2 litros de agua, y me lancé al peregrinaje avistando volcanes y denso follaje por el camino. Solo me detuve un rato en un bar de Saucillo.
Al llegar a la iglesia de Santiago, en Gáldar, y obtener el certificado de mi peregrinaje, o el equivalente a la compostela gallega, sentí con gran regocijo que había liquidado 3 pájaros de un tiro: el sitio UNESCO de Risco Caído, la Reserva Mundial de la Biosfera de Gran Canaria, y el Camino de Santiago canario.