Única ciudad en Islandia que puede considerarse como tal, Reykjavík es la capital del estado y el primer asentamiento que se estableció en la isla, allá por el siglo IX. Sus ciento treinta mil habitantes, cifra que se eleva hasta los doscientos mil si se incluyen los radicados en las afueras, suponen algo menos de la mitad de los de todo el país islandés. La población ofrece un aspecto minimalista y funcional, típicamente escandinavo, donde sobresalen edificaciones como la denominada Höfði, inaugurada a comienzos del siglo XX como la residencia del embajador francés en Islandia y donde actualmente se efectúan recepciones oficiales. También destacan ejemplos de arquitectura religiosa como Fríkirkja, situada en el centro de la ciudad, a orillas del lago Tjörnin, donde es habitual ver a los ciudadanos alimentando a las aves acuáticas que allí viven. Aunque la imagen más simbólica de la ciudad la ofrece otra iglesia, la espectacular Hallgrímskirkja cuya torre se eleva hasta casi los ochenta metros. Delante de ella, una estatua recuerda a Leifur Eiriksson, según los locales el primer europeo que llegó a América a finales del siglo X. No faltan tampoco en Reykjavík algunos ejemplos de las tradicionales casas de césped islandesas, como las que pueden verse en el museo al aire libre de Árbær, localizado en el distrito homónimo.
