En el año 1996 solicité mi visado de Albania en su consulado de Estambul (Turquía). Allí se extrañaron que un español deseara visitar su país, pues el turismo era prácticamente nulo en Albania. Una vez concedido (al cabo de 2 horas), viaje en autobús, primero a Tesalónica y un día más tarde a Albania. En la frontera albanesa causé estupor pero al final, gracias a mi visado me dejaron entrar. No llegaría muy lejos ese día. Mi destino era Tirana pero el autobús solo iba a Pogradec, a orillas del lago Ohrid. Me alegré de ello, pues Pogradec, una población de unos 30.000 habitantes en aquellos tiempos, era grata debido a estar situada a orillas del lago Ohrid y protegida por colinas. Una pareja que venía conmigo en el autobús desde Tesalónica me invitó a dormir en su casa, pues no conocían ningún hotel en aquellos tiempos donde poder alojarme en su ciudad. Yo acepté encantado. Para cenar me sirvieron una trucha endémica de ese lago (salmo letnica) y me contaron que desde que la probó la reina Elizabeth de Inglaterra durante su visita al lago, no falta nunca en su dieta, de tanto que le gustó.

El lago Ohrid es el más viejo de Europa y el tercero más antiguo del mundo, tras el Baikal y el Titicaca, algo que averigüé más adelante, ya de regreso en España. Por la mañana, mis nuevos amigos me acompañaron a visitar a pie Pogradec con su iglesia ortodoxa, la muralla y los restos de su castillo, más el exterior de la villa donde veraneaba el dictador comunista-estalinista Enver Hoxha. Hoy lamento no haberles pedido que me acompañaran a la vecina iglesia bizantina de Lin con sus fabulosos mosaicos, pues sólo más adelante supe que es extraordinaria. Hacia media tarde, tras un almuerzo a base de un salmo letnica con perejil y rodajas de limón, más un vaso de vino blanco macedonio, me despedí de mis amigos y me dirigí en autobús a Tirana, la capital de Albania.