Ratisbona (por Jorge Sánchez)
Hacía años que deseaba visitar Ratisbona (Regensburg en alemán), sin importarme saber que era una ciudad Patrimonio Mundial de la UNESCO. La razón principal para viajar a ella en un frío invierno del año 2017 fue que allí nació Don Juan de Austria, fruto de una corta relación del emperador Carlos V (que había acudido a Ratisbona para participar en una de las Dietas Imperiales del Sacro Imperio Romano Germánico) con una joven de 19 años llamada Bárbara Blomberg.
Desde la estación de tren corrí como un poseído hacia el río Danubio, donde sabía que junto al mercado de pescado se erguía una estatua dedicada a Don Juan de Austria, similar a la ya existente en Messina (Sicilia) que ya había visitado en un viaje anterior. En el mercado de pescado pregunté a un indígena que me dijo que la estatua se hallaba frente a un restaurante mexicano llamado El Sombrero. Y, en efecto, allí la vi, en un callejón. Me quedé haciendo fotos durante un buen rato, a pesar de estar lloviznando. Con esa estatua acababa la visita a una serie de sitios relacionados con Don Juan de Austria, desde Namur (donde se halla su corazón), hasta el Monasterio de El Escorial (donde reposa su cuerpo).
Y ahora sí que estaba listo para ver el resto de la ciudad medieval inscrito en el Patrimonio Mundial de UNESCO, comenzando por su puente de piedra sobre el río Danubio (construido durante el siglo XII), más la Oficina de Turismo que se localizaba allí mismo en el puente, donde me regalaron folletos en español. Una vez cruzado el puente me quedé un buen rato explorando el otro lado, llamado Stadtamhof.
Durante unas 3 horas recorrí los callejones de la ciudad medieval y entré en la catedral de San Pedro, donde compré un cirio a un monaguillo. La estatua de piedra dedicada a San Pedro era enorme, sobre todo las llaves que asía para entrar en el cielo. También contemplé el Ayuntamiento y advertí los restos romanos de la vieja Castra Regina, incluyendo una Porta Pretoria, algo parecida a la Porta Nigra que se localiza en Tréveris. Aunque la de Tréveris es muchísimo más impactante y bella. Cuando me pareció que ya había visitado lo más importante bello e histórico de la ciudad, abordé un tren hacia Weimar, donde pasaría esa noche en un hostal para descansar bien, ya que el día siguiente sería intenso al tener la visita a dos sitios UNESCO a la vez: Weimar clásico, y La Bauhaus y sus sitios en Weimar, Dessau y Bernau.