Qué ver en Roma
En ciertas ocasiones he comentado lo difícil que resulta escribir sobre ciertos lugares, bien por ser demasiado conocidos, bien por su abundante contenido patrimonial, que conduce a una dispersión respecto al tema a tratar. Si hay un caso paradigmático, ése es el de Roma, donde se cumplen con creces ambos supuestos anteriormente mencionados. La capital italiana es una de las localidades más renombradas y visitadas del mundo y su vasto patrimonio resulta a veces abrumador tanto por su cantidad como por su calidad. Muy pocas poblaciones, si es que existe alguna, pueden compararse en monumentalidad con esta ciudad maravillosa, protagonista de la Historia en innumerables ocasiones y que se mantiene tan hermosa como siempre a pesar de vivir ya su senectud.
Aunque tradicionalmente se atribuye la creación de Roma a Rómulo, lo más probable es que su fundador fuera el rey etrusco Tarquinio Prisco, que gobernó la ciudad de Tarquinia a caballo entre los siglos VII y VI a.C. Sea como fuere, la localidad comenzó a alcanzar vigencia con la llegada de los romanos, que establecieron una república tras derrocar a Tarquinio el Soberbio, último rey etrusco de la ciudad, a finales del siglo VI a.C. Tanto creció la población que se le calculan unos ochocientos mil habitantes, una enormidad para la época, en tiempos de Julio César.
Probablemente Roma hubiera sido una localidad histórica más si no se hubiera producido la llegada del cristianismo, que la llevó a ser elegida por Simón Pedro como piedra angular sobre la que edificó su Iglesia. Quizás el apóstol tan solo pretendía demostrar a los paganos que su etapa había terminado, pero, con el paso del tiempo, esta decisión se tornó vital y la población recibió un impulso tremendo. Las consecuencias fueron enormes tanto histórica como cultural y patrimonialmente. A la sombra de los Papas crecieron artistas geniales y proliferaron los mejores ejemplos de tendencias artísticas tan fundamentales como los estilos renacentista y barroco, que dejaron una huella indeleble en la ciudad.
Abundantes ejemplos de estos dos periodos históricos tan relevantes pueden verse en el centro histórico de la ciudad. Una reducida selección de ellos son mostrados aquí abajo, pero si queréis profundizar en el tema deberíais echar un vistazo también a nuestras entradas esta entrada y esta otra entrada, donde viajeros expertos nos descubren muchos otros puntos de interés en la capital italiana. Por último, si vais a viajar a Roma en el futuro no dejéis de degustar su excelente gastronomía, siempre de acuerdo con los preceptos de la afamada dieta mediterránea.
Coliseo: Si hay un monumento identificable en Roma, ése es, sin duda, el Coliseo. Toda la grandiosidad que se le supone se aprecia mucho mejor cuando te acercas a esta construcción de dimensiones colosales. Del término colosal procede precisamente su denominación, aunque curiosamente no proviene de la edificación en sí, sino de una desaparecida estatua de Nerón que se encontraba junto a ella en el pasado.
Arco de Constantino: Muy cerca del Coliseo se encuentra el arco de Constantino, uno de los cinco arcos triunfales existentes en Roma, que, en condiciones aceptables, han llegado hasta nuestros días. Fue construido a comienzos del siglo IV para conmemorar la victoria del emperador Constantino en la batalla del puente Milvio y, para su edificación, se reutilizaron materiales procedentes de monumentos dedicados a Domiciano, Trajano, Adriano y Marco Aurelio. Posteriormente, sirvió de modelo para el Arco del Carrusel parisino.
Arco de Tito: Se calcula en unos cuarenta el número de arcos triunfales que llegaron a coexistir en Roma en el pasado. Descontando el arco de Druso, que se duda incluso de que fuera un arco triunfal, el más antiguo de ellos es el dedicado a Tito. Está datado alrededor del año 80 de nuestra era y se encontraba al final de la Via Sacra, entre el Foro Romano y el Coliseo. Su imagen es muy conocida, puesto que sirvió de modelo para el famoso Arco de Triunfo de París.
Arco de Septimio Severo: En el otro extremo del Foro Romano se localiza el arco de Septimio Severo, el tercero de los arcos triunfales que se conservan en mejor estado en Roma. Data de comienzos del siglo III y su diseño fue muy innovador para la época. Tanto, que sirvió de modelo a diversas construcciones de este tipo realizadas con posterioridad. Entre ellas el arco de Constantino, al que nos hemos referido anteriormente.
Foro romano: Ya hemos mencionado este lugar en un par de ocasiones, pero, ¿qué era en realidad el Foro? Pues, salvando las distancias, una especie de Plaza Mayor a la manera romana. En él se encontraban las principales instituciones gubernamentales, comerciales y religiosas de la ciudad, por lo que era el centro neurálgico de la misma. Debido al enorme crecimiento experimentado por Roma, pronto se quedó pequeño y se fueron produciendo sucesivas ampliaciones, a las que se conoce como Foros Imperiales.
Templo de Venus Genetrix: Uno de los Foros Imperiales es conocido como Foro de César, puesto que fue Julio César quien ordenó su construcción. En él se encuentra el Templo de Venus Genetrix, que fue dedicado por el líder republicano en el año 46, tras su victoria en la batalla de Farsalia. César no llegó a verlo finalizado, pues fue asesinado dos años más tarde, pero las obras se completaron por mandato de Augusto.
Columna Trajana: Localizada junto a la Basilica Ulpia, en el Foro de Trajano, la Columna Trajana es una magnífica construcción que glosa las victorias de este emperador en las campañas contra los dacios. Marco Ulpio Trajano fue el dirigente que llevó al Imperio Romano a su máxima expresión, especialmente tras la conquista de la actual Rumanía, donde es considerado casi como un héroe nacional. Había nacido en Itálica y contó con la inestimable ayuda en sus proyectos del genial Apolodoro de Damasco, uno de los arquitectos más grandes que ha conocido la humanidad.
Crédito: Fczarnowski
Panteón: Obra de Apolodoro de Damasco fue también la reestructuración del Panteón. Ya había fallecido Trajano y su sobrino y sucesor Adriano, asimismo procedente de la actual España, le encargó remodelar por completo un templo edificado por Marco Agripa. El resultado es la rotonda que podemos ver actualmente, cuya cúpula es una portentosa e innovadora construcción para la época. Tras ser reconvertido en basílica católica, papel que sigue desempeñando en la actualidad, se utilizó como también mausoleo y allí sigue enterrado el incomparable artista Raffaello Sanzio.
Castel Sant’Angelo: Con aspecto de rotonda también se muestra a los ojos del visitante el denominado Castel Sant’Angelo. Localizado en la orilla opuesta del río Tíber, su función inicial fue la de mausoleo del emperador Adriano. Fue encargado por éste, aunque falleció antes de finalizar las obras, que fueron concluidas por su sucesor, Antonino Pío. Más adelante fue remodelado y reconvertido en un castillo, sirviendo para varias funciones desde entonces.
Ponte Sant’Angelo: Para llegar hasta el mausoleo se necesitaba un puente y Adriano ordenó construir el entonces denominado Pons Aelius. Se encuentra en tan buen estado de conservación que incluso está cubierto por el mármol travertino original, aunque las figuras que decoran sus pretiles le fueron añadidas con bastante posterioridad. Desde el siglo VI se le conoce como Ponte Sant’Angelo debido a una leyenda que lo relacionaba con el fin de una plaga.
Circo Máximo: No cabe duda de que el Coliseo marcó tendencia en su época, pero aún más lo hizo el impresionante Circo Máximo. Con unas dimensiones monstruosas, fue el modelo que siguieron todos los circos romanos desde entonces y es todavía el recinto deportivo de mayores dimensiones que se ha construido. Actualmente funciona como un parque público donde se celebran conciertos y otros eventos.
Piazza Navona: La herencia romana está presente en la ciudad en todos los ámbitos y un buen ejemplo lo encontramos en Piazza Navona. Adaptada a la perfección al estadio deportivo, fundado por Domiciano en el siglo I, sobre el que se ubica, esta hermosa plaza floreció a partir del siglo XV y llegó a su plenitud durante el Barroco. Buenos ejemplos son sus tres fuentes, que incluyen elementos de Bernini, así como la iglesia de Sant’Agnese in Agone, obra de su eterno rival, Borromini.
Fontana del Moro: Ubicada en el extremo sur de Piazza Navona, la denominada Fontana del Moro quizás no sea tan conocida como las otras dos fuentes que se alinean con ella en la plaza. Aun así, sería un hito en cualquier otro lugar debido a su calidad artística. Debe su nombre a la estatua que la preside, aunque es probable que Giovanni Antonio Mari, quien la creó a partir de un boceto de Bernini, pretendiera representar a Neptuno en lugar de a un fornido norteafricano.
Fontana di Trevi: Aunque hablando de fuentes monumentales, no hay otra que pueda compararse con la famosa Fontana di Trevi. No en vano, tiene nada menos que cuarenta metros de longitud, los mismos que la fachada del Palazzo Poli, situado tras ella y con el que se integra a la perfección. El inevitable Bernini debería haber sido su autor, pero el proyecto se pospuso y finalmente fue ejecutado por Nicola Salvi.
Piazza del Popolo: ¿Sabíais que en Roma hay nada menos que trece obeliscos antiguos? No incluye esa cifra los aproximadamente cuatro modernos que también pueden verse e incluso había uno etíope, que fue devuelto a su lugar de origen hace unos años. Uno de los más altos es el Obelisco Flaminio, que fue llevado hasta allí por Augusto en el año 10 a.C. Desde finales del siglo XVI se levanta en la conocida como Piazza del Popolo, una de las más amplias y frecuentadas de la ciudad.
Campo de’ Fiori: Quizás el ambiente más auténtico de Roma en la actualidad se viva en Campo de’ Fiori. Aunque la plaza como tal fue creada en el siglo XV, ganó relevancia al trasladarse a ella en la segunda mitad del siglo XIX el mercado que por entonces se celebraba en Piazza Navona. Anteriormente fue lugar de ejecuciones, la más conocida de las cuales tuvo lugar en 1600, cuando el filósofo Giordano Bruno fue quemado vivo allí. Una estatua así lo recuerda en el punto justo donde fue ultimado.
Piazza di Spagna: Y terminamos con la imagen más icónica de Roma, con permiso de las del Coliseo y la Fontana di Trevi. La escalinata de Piazza di Spagna ha sido dibujada, fotografiada y mostrada en diversas películas hasta la saciedad. Su sola visión emociona tanto al visitante que se comprende a la perfección como el sensible poeta romántico John Keats eligiera este lugar para dar paso a la eternidad.