Entre la aproximadamente treintena de puentes que existen en la población iraní de Isfahán, el más destacado sin duda es el denominado puente Khaju. Fue encargado a mediados del siglo XVII por el shah Abbas II, que solía dirigirse hacia el pabellón situado sobre él para tomar el té y admirar las vistas sobre el río Zayandeh. Para muchos viajeros de la antigüedad se trataba del puente más hermoso del mundo y, al menos, ha permanecido como uno de los mejores ejemplos de la arquitectura safávida. Tiene casi ciento treinta metros de longitud y dispone de más de una veintena de arcos sobre el río. Dispone de dos niveles, el superior que actualmente es prácticamente una vía más de la ciudad, y el inferior, completamente abovedado y donde los ciudadanos locales suelen acudir para disfrutar de unos momentos de relax.