Polonnaruwa (por Jorge Sánchez)
Durante mi viaje de dos semanas a Sri Lanka en el año 1989 iba buscando un templo con una estatua de Buda con los ojos de zafiro que había impresionado a Piotr Uspenski, un periodista de San Petersburgo (Rusia), en el año 1914. Por ello, mis visitas en esos 15 días tenían por objetivo hallar ese templo pues, según Uspenski, la mirada de ese Buda te despertaba y te hacía comprender qué es el budismo sin necesidad de leer ningún libro ni tener ningún maestro que te lo enseñara.
Con ese fin exploré los complejos budistas de Polonnaruwa, Anuradhapura, Kandy, la peña de Sigiriya, Avukana, Mihintale, y aún otros menos conocidos. Sin embargo, no di con esa estatua budista, a pesar de que indagaba a los monjes en cada lugar budista donde recalaba.
No obstante, Polonnaruwa me sedujo, no tanto por sus ruinas como por sus estatuas, en especial la del Buda recostado del templo Gal Vihara.
Por otra parte, Polonnaruwa tenía mucho interés, ya que fue una de las capitales históricas de Serendib, antiguo nombre de Sri Lanka, que significa isla dorada. En ella se asentaron los reyes de esa isla, que en tiempos de los colonos europeos (portugueses, neerlandeses y británicos) se conocía como Ceilán.
Tras Polonnaruwa seguí viajando por Sri Lanka a la búsqueda del Buda de ojos de zafiro, pero sin éxito. Solo al concluir ese largo viaje por Asia un año más tarde, ya de vuelta en Barcelona, en mi querida España, averigüé que ese Buda de ojos de zafiro se hallaba en Sri Subodharama Raja Maha Vihara, un templo a unos 10 o 12 kilómetros al sur de Colombo (capital de Sri Lanka).
Durante ese viaje, después de visitar Anuradhapura, pasé un día y una noche en el monasterio de Mihintale, donde Mahinda (el hijo del emperador Ashoka) introdujo el budismo en el siglo III antes de Jesucristo, y allí contemplé una estatua de Buda que me causó efectos parecidos a los que le produjo a Piotr Uspenski la estatua de los ojos de zafiro.