A pesar de ser un país bastante poblado y con varias ciudades de considerable tamaño, las imágenes más típicas y tal vez más tópicas de los Países Bajos han de buscarse en su medio rural. Allí, en interminables praderas siempre verdes y frecuentemente ganadas al mar, florecen los tulipanes y blanden sus aspas esos molinos cuya función en el pasado era precisamente la de desecar el terreno recién conquistado al medio marino. Sin olvidar esos pueblos cuyas casas de madera pintadas de diversos colores ofrecen al visitante un aspecto bucólico y agradable. No hace falta alejarse en exceso de Ámsterdam para poder admirar la campiña holandesa, término empleado aquí con propiedad pues a esta región se la denomina Holanda del Norte, y poder apreciar el contraste con la un tanto bulliciosa ciudad situada en la desembocadura del río Amstel.

Ubicada aproximadamente una veintena de kilómetros al noreste de Ámsterdam, la pequeña localidad de Marken resulta ciertamente atractiva tanto por el aspecto que ofrecen sus viejas casas de madera pintadas de verde como por su interesante pasado. Esta villa estuvo sometida a un aislamiento secular al estar situada en una isla del IJsselmeer, que se transformó en península al ser unida a la costa mediante una carretera. Debió ocurrir esto más o menos cuando el propio IJsselmeer fue separado del mar del Norte mediante el dique Afsluitdijk, que lo dejó bastantes centímetros por debajo del nivel de su predecesor. A partir de entonces el antiguo brazo de mar se convirtió en un lago de agua dulce, hecho que añadido a su escasa profundidad hizo que la tradicional actividad pesquera de los habitantes de Marken pasara casi al olvido.

Tradicionalmente, las inundaciones siempre fueron un problema en Marken, tanto que la isla tenía en plena Edad Media un tamaño muy superior al actual. Para mitigar el riesgo de anegamiento las casas situadas cerca del mar se levantaban sobre pilotes, a la manera de palafitos. Todavía pueden verse algunos, aunque gracias a los diques el riesgo de desbordamiento es ahora prácticamente inexistente y este método de construcción ha desaparecido. Marken ha perdido su pasado aislamiento, aunque sus vecinos todavía conservan numerosos rasgos de identidad propios, como unos peculiares trajes típicos, ahora usados generalmente con fines turísticos, e incluso un dialecto local. También se caracterizan sus habitantes por unas fuertes convicciones protestantes, sobre las que se muestran especialmente orgullosos.

Construida inicialmente como puerto de la cercana población de Edam, la localidad de Volendam presenta ciertas similitudes con la vecina Marken, con quien está unida mediante un ferry diario. Sus habitantes se dedicaban tradicionalmente a la pesca, actividad que también fueron abandonando ante el cambio de estatus de las aguas cercanas. A pesar de que su uso se ha ido perdiendo, su traje típico es muy apreciado. Especialmente el de las mujeres, de quienes se asegura que son las más bellas de todo el país. No obstante, hay algunos aspectos que los diferencian de sus vecinos anteriormente isleños, con quienes solían competir en busca de los mejores bancos de peces en el pasado. Uno de ellos es el fútbol, muy practicado aquí y casi desconocido en la ahora península. Y otro, que provoca más discusiones aún, es la religión al ser los locales de Volendam mayoritariamente católicos.

Pero si hay un sitio en las cercanías que aúna casi todos los estereotipos vertidos sobre los holandeses es el denominado Zaanse Schans, localizado a poco más de diez kilómetros de Ámsterdam. Se dice que en el siglo XVIII se levantaban aquí unos seiscientos molinos de viento, dedicados a diversas actividades. Todavía quedan en pie, y en tan buen estado que pueden ser visitados, varios de ellos, algunos de los cuales son los de mayor tamaño del país. Esta zona se caracteriza también por las granjas donde se produce el típico queso holandés, así como por la fabricación de zuecos de madera a la manera tradicional. A pesar de resultar algo turístico, Zaanse Schans es un lugar que concentra la esencia de los Países Bajos. Y lo hace en un espacio tan pintoresco que, con el añadido de los tulipanes en flor, se muestra a los ojos del viajero como auténtica poesía en la campiña.