Perdida en el tiempo
Cualquiera que piense que la Región de Murcia no es más que un secarral, de irremediable color ocre, debería acercarse a conocerla. Especialmente el Parque Regional El Valle y Carrascoy, donde inmediatamente se dará cuenta de su error. Constituido por un conjunto de sierras alineadas en dirección suroeste-noreste, forma una línea divisoria que separa la vega del Segura y el campo de Cartagena. Alcanza su mayor altitud en la sierra de Carrascoy, localizada al oeste y que se eleva hasta los mil sesenta y cinco metros, descendiendo suavemente la cota montañosa a medida que se avanza hacia el este. Gran parte de su vegetación es producto de una repoblación de pino carrasco realizada en la década de los cincuenta del siglo XX y su habitante más emblemático es el búho real, muy abundante en el espacio protegido.
Pero los búhos reales no son los únicos residentes en El Valle y Carrascoy. Se tiene constancia de asentamientos humanos en este lugar desde hace, al menos, cuatro mil años. El más antiguo que se ha descubierto es el conocido como Pontarrón Chico, por estar situado en una ladera del cerro homónimo, junto a la pedanía murciana de Beniaján. Se trata de un poblado argárico, cultura de la Edad del Bronce que se desarrolló entre el tercer y el segundo milenio a.C. Ya hacía tiempo que estos misteriosos seres humanos habían desaparecido cuando, en el lugar denominado Cabecico del Tesoro, cerca de la también pedanía murciana de Santo Ángel, se estableció una importante población íbera. Sucedía esto alrededor del siglo V a.C. y las evidencias de ella son una importante necrópolis, además de uno de los escasos templos íberos que se conocen. El denominado Santuario de la Luz estaba dedicado a la diosa Deméter, cuyo culto fue adoptado por los romanos que vinieron inmediatamente después.
Romanos eran todavía quienes en el siglo IV construyeron el mausoleo conocido como Martyrium, localizado en la pedanía de La Alberca. Junto a él se descubrió una necrópolis y se piensa que ambos formarían parte de una villa situada en las inmediaciones. Algo posterior, posiblemente del siglo VI, era una basílica paleocristiana cuyos restos se encontraron en la cercana pedanía de Algezares. Y se cree que en esa misma época fue edificada la fortaleza hallada en la vecina pedanía de Los Garres. Diversas fortificaciones más fueron levantadas ya en época musulmana dentro del espacio protegido. Entre ellas hay que mencionar el castillo de la Luz, datado entre los siglos VIII y IX; los castillos del Portazgo Inferior y el Portazgo Superior, obra de ibn Mardanis en el siglo XII; y el castillo de la Asomada, también del siglo XII y así denominado por estar situado sobre la cima del casi inaccesible Cabezo del Puerto.
Pasó el tiempo y el ser humano siguió dejando su huella en tan privilegiado entorno. Algunos ermitaños se sintieron atraídos por lo abrupto del relieve en la zona y se retiraron a ella para meditar sobre lo divino y lo humano. Uno de ellos fue Juan el Pobre, quien allí se instaló en una cueva en el siglo XVI. Convertida en lugar de peregrinación tras su fallecimiento, en el siglo XVIII se construyó sobre ella la ermita de San Antonio el Pobre. De mayores dimensiones es el eremitorio de la Luz, formado por un oratorio de finales del siglo XVII al que se fueron uniendo diversas edificaciones con posterioridad. En esos mismos años de finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII se fundó el convento de Santa Catalina del Monte, que reemplazó a un monasterio franciscano del siglo XV. Aunque el lugar más venerado por los cristianos en El Valle y Carrascoy es, sin duda, el santuario de la Virgen de la Fuensanta, donde se guarda la imagen de la patrona murciana.
Las sorpresas que guarda el Parque Regional El Valle y Carrascoy no acaban ahí. Corría el año 713 cuando el caudillo musulmán Musa y el visigodo Teodomiro firmaron un acuerdo conocido como Pacto de Tudmir. Mediante él quedó constituida la cora, o provincia, de Tudmir, que estaba formada por siete localidades, entre ellas la conocida como Ello. A veces denominada Eio, Iyyub, Elo o Iyyib, poco más se sabe de esta legendaria población, a la que algunos autores le otorgan incluso un origen heleno debido a la similitud de su nombre con el término griego que designa una zona pantanosa. Al parecer, allí vivían dos etnias árabes, mudaríes y yemeníes, que estaban en constante enfrentamiento entre ellas. Harto de la contienda, Abderramán II decidió destruirla para siempre y en el año 825 creó la ciudad de Murcia para reemplazarla. Aunque su ubicación real es desconocida, la mayor parte de los expertos la sitúan en la pedanía de Algezares, donde existen restos, entre ellos el de un Palacio Episcopal tardorromano, que así lo atestiguarían. Perdida en el tiempo, Ello sigue a la espera de que algún avispado investigador la encuentre y revele su secreto.