Paisaje y paisanaje
Para entender el contexto en el que se desarrolló la pintura del Siglo de Oro neerlandés hay que remontarse en el tiempo hasta mediados del siglo XVII. Acababa de concluir la Guerra de los Ochenta Años y el Tratado de Westfalia había dado como resultado un estado independiente denominado Provincias Unidas, germen de los actuales Países Bajos. A pesar de su pequeño tamaño, este territorio gozaba de una enorme prosperidad, llegando a liderar Europa en términos de comercio, ciencia y cultura. En este último ámbito sobresalía especialmente la pintura, cuya producción era muy amplia y abarcaba todo tipo de géneros. De esta manera surgieron numerosos artistas, generalmente dotados de una calidad técnica excepcional y habitualmente especializados en una categoría específica.
A diferencia de tiempos pasados, la pintura religiosa comenzó a perder relevancia. La razón principal fue la implantación del calvinismo, que había sido un factor fundamental en el nacimiento de las Provincias Unidas y prohibía exhibir imágenes en el interior de los templos. Se conservan, sin embargo, lienzos que muestran el exterior de algunos de ellos. Es el caso de la iglesia de Haarlem localmente conocida como Grote Kerk, que fue representada por diversos artistas. Uno de ellos fue Frans Hals, imprescindible retratista que residió en la población y está enterrado en el mencionado templo. También da nombre al Museo Frans Hals, que ofrece extraordinarias obras tanto del propio autor como de diversos pintores contemporáneos suyos.
Frans Hals contaba con apenas treinta años cuando ingresó en la Guilda de San Lucas, famoso gremio de pintores fundado en Flandes en el siglo XVI y que se había extendido a las Provincias Unidas más tarde. La primera sede creada en los Países Bajos fue la de Ámsterdam, a la que siguieron otras en pujantes poblaciones como Utrecht, Delft o la propia Haarlem. A esta última pertenecieron Salomon y Jacob van Ruysdael, tío y sobrino que desarrollaron una depurada técnica en la pintura de paisajes. Especial relevancia alcanzó la sede de Delft, de la que formaron parte destacados artistas como Carel Fabritius o Jan Steen. Este último destacó por su capacidad para representar la vida cotidiana y muchas de sus escenas costumbristas se exponen en el Rijksmuseum de Ámsterdam.
Natural de Delft y también miembro del gremio local era Johannes Vermeer, quien nunca abandonó su ciudad natal. Probable alumno del anteriormente mencionado Carel Fabritius, un halo de misterio cubre la vida del artista. Creador muy poco prolífico debido al nivel de detalle al que llegaba en su trabajo, pintaba apenas un par de lienzos al año y tan solo una treintena de sus obras han llegado hasta nuestros días. Una de las más conocidas está dedicada precisamente a su lugar de residencia y actualmente se expone en el Mauritshuis de La Haya, museo imprescindible para los amantes de la pintura neerlandesa. Padre de quince hijos y acuciado por las deudas a lo largo y ancho de su existencia, Vermeer murió a los cuarenta y tres años y está enterrado en la Oude Kerk de Delft.
Si parece posible que Johannes Vermeer aprendiera su excelente técnica de Carel Fabritius, resulta seguro que éste desarrolló la suya en el taller de Rembrandt van Rijn. Al igual que Jan Steen, Rembrandt era nativo de Leiden y también decidió cambiar de lugar de residencia con el fin de progresar en su carrera. Mientras que Steen se trasladó a Delft y más tarde a Haarlem, Rembrandt lo hizo a Ámsterdam. Con permiso de Frans Hals el mejor retratista del barroco neerlandés, el maestro de Leiden se convirtió muy pronto en una celebridad en la ciudad de los canales. Incapaz de asimilar el éxito, se vio involucrado en una espiral descendente que lo llevó a morir en la indigencia, al igual que lo hizo Vermeer pocos años después. Tal y como sucediera en el casi coetáneo Siglo de Oro español, no era oro todo lo que relucía en el Siglo de Oro neerlandés.