Ne me quitte pas
Sería difícil entender la existencia de la histórica villa de Hội An sin la presencia del río Thu Bồn, junto a cuyo estuario se encuentra situada. La ciudad fue fundada precisamente en ese lugar debido a su posición estratégica en las rutas comerciales de la zona y, con tal propósito, allí fueron estableciéndose ya en el siglo XVI mercaderes extranjeros procedentes de países vecinos como China o Japón, y hasta de las lejanas India u Holanda. El hecho de que su puerto estuviese resguardado por diversas islas en el delta del río le servía de protección, dando a la vez vía libre al transporte de mercancías tanto hacia el mar como hacia el interior del continente. Todo ello hizo de Hội An un lugar tan atractivo que los japoneses lo consideraban el corazón de Asia.
Tan intenso trasiego comercial declinó rápidamente unos siglos más tarde y el tráfico de mercancías por el río se redujo considerablemente, pero esto no resta importancia al Thu Bồn en la actividad diaria de Hội An en la actualidad. Numerosos habitantes de las islas que la rodean se desplazan cada día hasta la villa para realizar sus tareas cotidianas y su medio de transporte preferido, a veces el único, son los ferries de diversos tamaños que circulan por sus aguas. También es de destacar la actividad pesquera que se lleva a cabo en el río, para la que frecuentemente se usan redes de buen tamaño y que proporciona productos en los que se basa la gastronomía de la ciudad, considerada la cuna culinaria de Vietnam.
Decididos a disfrutar de tales placeres nos dirigimos hacia el Cafe des Amis, situado justo al borde del Thu Bồn, a pesar de que las intensas lluvias de los últimos días amenazaban con desbordar su curso. Algunas zonas de la ciudad comenzaban ya a anegarse, aunque junto al restaurante la situación aparentaba tranquila e incluso diversos tenderetes se mantenían abiertos bajo la lluvia a la espera de compradores. Pudimos acceder sin problemas al local, donde éramos los únicos clientes a aquella hora temprana. Nos recibió el inefable señor Kim, propietario del establecimiento y un auténtico showman que gusta de contar a sus invitados numerosas anécdotas sobre su vida sin dejar de bromear ni un instante.
El Cafe des Amis desprende cierto aire kitsch que me resultó muy atractivo. Preside el salón una foto de Jacques Brel, Leo Ferré y Georges Brassens cenando en el local, cuyo aspecto no parece haber variado mucho desde aquellos maravillosos años cuando la chanson triunfaba por doquier. No existe carta en el restaurante, el cliente ha de elegir entre un menú vegetariano, otro de carne o uno de pescado y marisco. Nos decidimos por este último y, aunque la comida es mejorable, la relación calidad-precio es adecuada y el ambiente agradable. Disponíamos además de una buena vista sobre la orilla del Thu Bồn, donde el nivel del agua parecía seguir creciendo sin prisa pero sin pausa. A mitad de la comida la situación parecía controlada, aunque algunos chiringuitos comenzaban a cerrar.
La sintonía entre el río y los habitantes de Hội An resulta casi perfecta. Parecen éstos tan habituados a que el Thu Bồn se desborde, que no muestran el más mínimo atisbo de sorpresa aunque el nivel del agua llegue hasta sus rodillas. Acostumbrados a los poderosos tifones tan frecuentes en la zona, el hecho de que prácticamente toda la ciudad se inunde no les intimida en absoluto. No era éste mi caso, especialmente al comprobar que el agua comenzaba a traspasar el umbral del Cafe des Amis. El señor Kim parecía haber desaparecido y cuando su hijo hizo un ademán de abandonar el recinto me vino a la mente el título de una famosa canción del malogrado Brel. ‘No me voy, es solo un momento’, creí entenderle. ‘Pero, ¿cómo vamos a salir de aquí?’, repliqué. Sin inmutarse, hizo una llamada con su móvil y al instante aparecieron un par de cyclos, que nos sacaron de allí dejando atrás las ya un tanto inquietantes aguas del río.
Yo también estuve en el Cafe des Amis (tengo muy buen recuerdo del sitio), pero en mi caso el rio estuvo tranquilo y no tuvimos que salir por patas 🙂
Hoi An me pareció de lo mejor de Vietnam a pesar de que en 2008 ya tenia todo el aire a un parque temático para turistas. Todas las (preciosas) casas del pueblo eran tiendas, hoteles o restaurantes.
Fue divertida la experiencia en el Cafe des Amis, aunque más que la comida lo que me gustó fue el ambiente. Curiosamente éramos los únicos comensales a esa hora (no me extraña, el día estaba para quedarse a resguardo) y pude charlar bastante con el señor Kim, todo un personaje. Me gustó mucho ver a unos jóvenes Jacques Brel y Georges Brassens en una foto hecha en el local, auténtico aroma a aquellos tiempos cuando Vietnam formaba parte de Indochina.