Mutis por el Foro
Durante mi primera visita a Roma pasé buena parte de mi tiempo recorriendo esa ciudad dentro de la ciudad conocida como Foro Romano. Constituía éste la parte central de la urbe, donde se llevaban a cabo las transacciones comerciales, se tomaban las decisiones importantes, se celebraban ceremonias religiosas o se aplicaba la Justicia al modo de la época. Mientras paseaba por lo que en tiempos de esplendor del Imperio Romano habían sido calles rectilíneas y amplias avenidas, contemplando a mi paso los restos de prósperos negocios e innumerables templos, me preguntaba cómo se sentiría uno de aquellos ciudadanos de a pie mientras se dirigía a su trabajo un día cualquiera pisando aquel mismo espacio de terreno. Seguramente nunca se hubiera planteado que muchos siglos más tarde tantos visitantes acudirían a lo que fue su ciudad para intentar comprender como transcurrió su existencia y la de sus conciudadanos.
Cuando das una vuelta por el Foro Romano no te cabe ninguna duda de que te encuentras en lo que un día fue la capital del mundo, el lugar donde se tomaban las decisiones que afectaban al inmenso territorio unificado bajo la denominada pax romana. Restos de construcciones de todo tipo aún pueden verse allí por doquier, destacando templos paganos dedicados a deidades como Venus, Vesta o Saturno. Basílicas, en aquella época suntuosas construcciones desprovistas del sentido religioso que damos hoy a ese término pues su función era ser sede del Tribunal. También albergaba la Curia, lugar donde se reunía el Senado, cuyas funciones eran infinitamente más relevantes que las que ahora le son atribuidas. Y aún siguen en pie diversos arcos de triunfo, erigidos en memoria del Emperador de turno y entre los que destacan el de Septimio Severo y el de Tito, modelo en el que se inspiraron los diseñadores de su famoso homónimo parisino.
Con el paso del tiempo, quizás porque el Foro Romano se iba quedando pequeño o bien con el fin de perpetuar la leyenda de algún Emperador, otros foros fueron construidos en Roma. Son los llamados Foros Imperiales, entre los que destacan el de César, creado por el famoso dictador republicano para construir un templo dedicado a su memoria. El de Augusto, cuya razón de ser fue la de proporcionar espacio para otro templo, en este caso en honor a Marte. Y el de Trajano, cuya finalidad era la de albergar la Basilica Ulpia aunque el emperador también dedicó algo de espacio a su memoria. Lo prueba la espectacular Columna Trajana, con su relieve en forma de espiral donde se conmemora la conquista de la Dacia, actual Rumanía, por parte de este famoso dirigente romano de procedencia hispana. Parece que la obra estaba coronada por una figura del propio Trajano desnudo, que en la Edad Media fue reemplazada por una, más púdica, imagen de San Pedro.
La Via Sacra enlazaba el Foro Romano con el Coliseo y su función principal era la de servir como ruta por donde transcurrían las celebraciones de diferentes eventos, fundamentalmente militares. Es posible que fuera también usada para festejar los triunfos de algún gladiador en este impresionante anfiteatro, que muestra su grandeza a todo al que a él se aproxima. El Coliseo podía albergar cincuenta mil espectadores sentados, algo totalmente inusual para la época. Curiosamente, su nombre actual parece que no proviene de sus grandiosas dimensiones sino que su denominación original, Anfiteatro Flavio, derivó hacia la palabra italiana colosseo debido a una colosal estatua del emperador Nerón que existía en sus inmediaciones. El hecho de que tan magna obra haya sobrevivido a innumerables percances a lo largo de los siglos y sirva aún como modelo hoy día prueba la magistral destreza de los arquitectos romanos.
Como es bien sabido, el uso que se daba a los anfiteatros romanos era bastante salvaje de acuerdo con los parámetros actuales, al servir como escenario tanto para luchas de gladiadores, que indefectiblemente acababan con la muerte de uno de ellos, como para sacrificios de animales y personas. Pero nunca me ha gustado juzgar las costumbres de una civilización pasada, pues el concepto que actualmente tenemos sobre lo que está bien o está mal ha evolucionado con el paso del tiempo y seguramente era muy diferente entonces. Es evidente la similitud que presenta el Coliseo con nuestras plazas de toros, tanto en su aspecto como incluso en alguno de los espectáculos que allí tenían lugar. Reflexionando sobre la manera en que algunas de nuestras costumbres serán valoradas dentro de dos mil años retorné por la Via Sacra hacia los templos donde los triunfos eran ofrecidos a los dioses. Tras lo cual, y con el convencimiento de que los romanos no eran tan diferentes a nosotros, me dispuse a hacer mutis por el foro, es decir a abandonar la grandiosa escena que el Foro Romano aún hoy representa.