La última vez que visité el encantador Geoparque de Montserrat fue en el año 2015. Iba realizando a pie el peregrinaje del Camino de Santiago (o Camí de Sant Jaume, en catalán) que inicié en mi pueblo Hospitalet de Llobregat, junto a la ciudad de Barcelona. La primera noche dormí en Sant Cugat y la segunda llegué a media tarde al albergue del monasterio benedictino de Montserrat. Tras instalarme me compré unos bocadillos de mortadela más un jugo de naranja para la cena, compré un cirio que dediqué a la Virgen de Montserrat y me fui a dormir. Fui el único peregrino esa noche.

Y ya el tercer día, como mi siguiente etapa no me quedaba muy lejos, aproveché varias horas matutinas antes de reiniciar mi peregrinaje en recorrer los lugares más extraordinarios de los alrededores del monasterio. Se dice que el genial arquitecto Antonio Gaudí se basó en las formaciones rocosas de Montserrat para erigir las torres de la basílica de la Sagrada Familia. El entorno del monasterio es tan espectacular que cuando un amigo extranjero me viene a visitar a Barcelona le suelo llevar a Montserrat, en tren primero y después en teleférico, para que disfrute de su visión, del interior del monasterio y de su museo de pinturas, que exhibe obras de Salvador Dalí, de Pablo Picasso, El Greco, Caravaggio, Julio Romero de Torres, además de varios impresionistas franceses.

Me fijé en los letreros explicativos del geoparque. Paradójicamente toda la información estaba únicamente escrita en catalán, una lengua que es minoritaria en la región española de Cataluña. Estaba traducida al inglés, pero el español, también conocido por castellano, se ignoraba, a pesar de que es la lengua mayoritaria de la región catalana pues la habla y entiende el cien por cien de los catalanes, además de que más del 60 por ciento de catalanes tiene el español como lengua materna (como es mi caso), mientras que el catalán lo tiene como lengua materna alrededor de un 30 por ciento. He visitado todos los 193 países de las Naciones Unidas, y en ninguno de ellos he notado tal aberración, ni siquiera en Swazilandia (o Esuatini), o en Corea del Norte. Pero, ya se sabe, Spain is different. Descifrando esos letreros aprendí que hace unos 40 millones de años el territorio hoy ocupado por ese geoparque, estaba sumergido por las aguas del mar, que desapareció al surgir los montes Pirineos, por lo que en los alrededores se encuentran minas de sal.

En una parte del territorio del parque, junto a la parada de los autobuses turísticos, observé que había un mausoleo memorial dedicado a los centenares de caídos del Tercio de Nuestra Señora de Montserrat durante la desgraciada Guerra Civil Española de 1936 a 1939, que estuvo formado por unos 3.000 voluntarios catalanes que lucharon en el bando nacional, que acabaría venciendo la contienda y, en consecuencia, finalizando con los asesinatos de cristianos (unos 8.000 religiosos asesinó a sangre fría el bando republicano antes y durante esa desgraciada guerra, la mayor matanza de cristianos desde los tiempos de Diocleciano). Intenté entrar en el mausoleo, pero estaba cerrado. Tras escuchar la bella melodía del Virolai por los niños del coro, me dirigí a un sendero junto a las simpáticas estatuas representando a San Benito de Nursia y a su hermana melliza Santa Escolástica; comencé a divisar las flechas amarillas y reanudé con ímpetu mi peregrinaje a pie, no parando hasta alcanzar Igualada.