Fundado a finales del siglo IX por el mismísimo Guifré el Pilós, famoso conde de Barcelona que en él se encuentra sepultado, el monasterio de Santa María de Ripoll llegó a alcanzar gran relevancia durante la Edad Media. Fue en esa época, concretamente en el siglo XII, cuando se creó su magnífico pórtico, que representa diversas escenas del Antiguo Testamento y está considerado una obra cumbre de la escultura románica en Cataluña. Afectado por un seísmo a comienzos del siglo XV, hubo de ser reestructurado en parte y poco a poco fue perdiendo relevancia hasta su completa exclaustración al serle aplicada la funesta ley de desamortización de Mendizábal. Incendiado entonces, el edificio estuvo a punto de venirse abajo por completo, pero el sentido común se impuso finalmente y fue reconstruido a finales del siglo XIX. De esa época es la iglesia actual, en cuyo transepto se encuentran las sepulturas de varios condes de Barcelona. Se conserva también el claustro, de doble planta y construido entre los siglos XII y XVI.