Establecido a comienzos del siglo XII, el monasterio de San Pedro el Viejo perteneció a la orden benedictina, a quien se había cedido una iglesia de origen mozárabe en este lugar. De este templo se ha conservado muy poco, exceptuando la adyacente sala capitular del monasterio, hoy día denominada capilla de San Bartolomé y que cumple las funciones de panteón real al estar allí enterrados los monarcas aragoneses Alfonso I el Batallador y Ramiro II el Monje. También se mantiene un excelente claustro, de origen románico y que contiene un total de treinta y ocho capiteles en buen estado de conservación. Dieciocho de ellos están datados en el siglo XII, época de fundación del monasterio, y el resto fueron tallados durante una reforma a finales del siglo XIX para reemplazar a los muy deteriorados originales. Parte de las representaciones muestran escenas bíblicas, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, mientras que otras refieren a temas simbólicos habituales en el arte románico. La iglesia que puede verse en la actualidad es asimismo románica, manteniendo su planta basilical y elevados arcos de medio punto. A pesar de que estuvo a punto de irse a la ruina durante los siglos XVIII y XIX, fue declarado Monumento Nacional a finales de éste y eso evitó su desaparición. Hoy día se conserva en buen estado y constituye uno de los lugares más apreciados de la ciudad de Huesca.