Perdido en las montañas de su mismo nombre, donde se localizan las cumbres más altas de los Balcanes, el monasterio de Rila representa todo un símbolo para Bulgaria. Fundado por el ermitaño Ivan Rilski en el siglo X, vivió numerosas vicisitudes, entre ellas un incendio que lo destruyó casi por completo a comienzos del siglo XIX. Resurgió de sus cenizas y fue entonces cuando se decoraron sus corredores con bellísimas pinturas murales, que destacan por su brillante colorido. Arquitectónicamente hablando, es un grandioso ejemplo del Balgarsko natsionalno vazrazhdane, movimiento que durante los siglos XVIII y XIX trató de volver a las raíces eslavas de Bulgaria después de siglos de ocupación otomana.