A pesar de ser mundialmente conocida como una de las obras cumbre del arte islámico, la antigua mezquita de Córdoba funciona actualmente como catedral católica. Esto es así exactamente desde el siglo XIII, cuando fue consagrada como tal tras la conquista de la ciudad cordobesa por tropas del rey Fernando III el Santo. La versión inicial de la mezquita data de finales del siglo VIII, cuando fue construida por el emir Abderramán I sobre lo que era una iglesia visigoda. Fue sometida a diversas ampliaciones por sus sucesores y sufrió diversos cambios ya bajo dominio cristiano, especialmente cuando en la primera mitad del siglo XVI se construyó una basílica renacentista en su interior. El mismo monarca Carlos I quedó anonadado con el destrozo producido, aludiendo a él con una frase lapidaria que se hizo célebre. Aun así, en la actualidad la edificación conserva unas mil trescientas columnas sustentando un número de arcos de característica tonalidad roja y blanca que, según se asegura, se cuentan en trescientos sesenta y cinco, uno por cada día del año.