Maestros en sintonía
A lo largo de millones de años el río Azat ha ido modelando un profundo tajo en su raudo descenso desde las alturas de las montañas Geghama hasta su encuentro con el río Araks. Forman las mencionadas cumbres, algunas de cuyas cimas superan los tres mil quinientos metros de altitud, una cadena montañosa situada en la parte central de Armenia, donde dan lugar a abruptos paisajes de una espectacular belleza. Uno de los más destacados es precisamente el que conforma este desfiladero, producido por una corriente de modesto caudal cuyas aguas límpidas han ido pacientemente excavando el terreno cerca de su inicio, moldeando así dramáticos acantilados que poco a poco han ido cubriéndose de una espesa vegetación.
No pudieron elegir mejor sitio aquellos eremitas que en tan lejanos tiempos como los transcurridos en el siglo IV decidieron establecer allí su lugar de culto. Al parecer, tan primitivo santuario se encontraba situado en una cueva de donde surgía un manantial, por lo que era conocido como Ayrivank, es decir el monasterio de la cueva. Se dice que fue destruido por seguidores del Islam que invadieron la zona, por lo que a partir del siglo X nuevas edificaciones religiosas empezaron a surgir en el mismo punto. Para ello siguieron aprovechándose parte de las numerosas cuevas allí existentes, hasta que ya en el siglo XIII se levantó la que aún hoy es la iglesia principal del conjunto, que parece surgir del mismo acantilado. De hecho, tanto su sacristía como algunas capillas están labradas directamente en la roca que forma parte de éste.
Comenzó este remoto lugar a ser un importante centro de peregrinaje ya en la misma Edad Media, y hasta allí llegaban numerosos fieles atraídos por las reliquias que albergaba el cenobio. La más importante de todas ellas era la lanza que, impulsada por un soldado romano, atravesó el costado de Jesucristo, de donde brotó sangre y agua de acuerdo con la tradición cristiana, cuando éste se encontraba en la cruz. Pasó entonces el conjunto monástico a denominarse Geghardavank, que significa el monasterio de la lanza, término que ha llegado hasta nuestros días a pesar de que tal reliquia ya no se encuentra allí. Concretamente ahora se venera en la catedral de Echmiadzin, el lugar más sagrado para los armenios al representar algo así como la Santa Sede de la iglesia local.
La carretera que sube hacia el monasterio discurre paralela al río Azat y junto a ella, aparte de vistas de ensueño, pude observar un hecho sorprendente. De las ramas de algunos árboles colgaban cintas atadas, miles de ellas en algunos casos, dando lugar a una imagen que me pareció mucho más budista que cristiana. Al igual que ocurre en algunas religiones orientales, estas cintas representan peticiones o deseos y refieren a tiempos remotos, cuando Armenia no estaba influenciada aún por el cristianismo. Aunque aquel agosto de 2010 no tuve oportunidad de ver ninguno, en esta zona existen también improvisados altares, que habitualmente muestran restos de sangre al ser usados para sacrificar animales. Ambas prácticas están relacionadas con las tradiciones zoroastristas, culto proveniente de la vecina Persia que se ejercía en el país armenio durante la época precristiana.
Creo no exagerar un ápice si afirmo que el monasterio de Geghard y ese curso alto del río Azat donde se encuentra enclavado constituyen uno de los lugares más fascinantes que pueden verse. Aquella mano medieval que con precisión milimétrica eligió el sitio perfecto para construir el santuario no desmerece el trabajo de filigrana realizado por el cosmos configurando el idílico entorno que lo rodea. Pocas veces en mi vida he llegado a experimentar las sensaciones que me produjo este lugar doblemente sagrado, donde Historia, arte y naturaleza actúan en sintonía en busca de un mismo objetivo: provocar en el visitante un sentimiento de espiritualidad y armonía fuera de lo común, que tan solo en muy contadas ocasiones puede vivirse.
Tremendo el monasterio y tremendo el entorno. Cuando leo cosas de estas me doy cuenta lo mucho que me falta por recorrer. Lo muchísimo mas bien. Buen post, as usual. Saludos
Armenia es un país que te gustaría mucho, salvo por un detalle: no tiene playa, salvo en algunos lagos como el Sevan. Que es precioso, todo sea dicho, pero el agua no está como la del Caribe. 🙂 Si consigues obviar eso y lo visitas volverás encantado.