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Arabia Saudí

Madain Saleh (por Jorge Sánchez)

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Llegué de noche en un autobús a Al Ula, ciudad ubicada en la antigua Ruta del Incienso. Desde allí se accede a la necrópolis de Madain Saleh, también llamada Hegra, donde se localizan las tumbas nabateas construidas hace más de 2000 años.

Tenía nota de un camping en medio del desierto, llamado Pangaea, donde por 20 euros te daban alojamiento en una tienda de campaña bajo una palmera, y te ayudaban a entrar en Madain Saleh. Pero todo estaba oscuro en la estación de autobuses, los indígenas a los que pregunté por ese camping no conocían cómo llegar a él, así que al final acabé alojándome en un hotel vecino, cuyo recepcionista me cobró 100 riales por una cama en un dormitorio con las duchas en el pasillo.

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De madrugada ya estaba preparado para viajar a Madain Saleh, a unos 20 kilómetros de distancia. Como no había autobuses locales hice autostop junto a un polaco que también se dirigía allí, y pronto unos turistas ingleses nos llevaron en un coche a una especie de centro de interpretación, donde nos esperaba una sorpresa ingrata: no había billetes para visitar Madain Saleh hasta 3 días más tarde.

Según nos informaron, siete veces al día parte desde allí un autobús de 30 plazas hasta la necrópolis, es decir que se acepta un máximo de 210 turistas al día. Las reservas se deben hacer por internet y pagar mediante tarjeta de crédito.

El turista polaco había sido previsor y había comprado el billete hacía una semana, por lo que fue el único de nosotros que entró en Madain Saleh. Los dos ingleses regresaron a Al Ula en su coche. Y yo me quedé estupefacto, medio turulato, afligido y con el corazón contrito sin saber qué hacer, pero sin resignarme a entrar en Madain Saleh, aunque fuera ilegalmente burlando los controles, o trepando entre las tumbas nabateas si fuera necesario.

Cuando llegó el autobús del turista polaco me fui con él a ver si, de carambola, había una anulación de última hora. Y cuál no sería mi sorpresa al constatar que en ese autobús de 30 plazas subieron solo 6 turistas: el polaco y 5 árabes. Le pregunté al conductor y a una controladora de billetes si podía ocupar una plaza anulada y me dijeron que mucha gente hace reservas pero las cancela o no se presentan, a pesar de haberlas pagado. Sin embargo, ellos no tenían instrucciones para aceptar a nadie que no haya reservado por internet, pues allí no se podía comprar el billete.

Me rebelé. Pedí hablar con el responsable de ese centro de interpretación. Y al final una joven cubierta completamente con su nicab negro, y a la que solo vi sus ojos negros y sus manos decoradas con henna, telefoneó a alguien y al rato me confirmaron que podría viajar en el siguiente autobús pagando en efectivo 85 rials. El billete era virtual y no venía a mi nombre ¿Existe la granujería también entre los árabes? No me importó saberlo; yo solo deseaba penetrar en Madain Saleh ese mismo día y había tenido éxito.

Cuando llegó mi autobús subí a él con inusitada alegría, y hasta frotándome las manos. No iba lleno; a bordo seríamos unos 20 turistas, entre ellos casi todos eran árabes excepto dos viajeros alemanes, un matrimonio filipino con un bebé de pecho y yo.

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En total la excursión tomaría unas dos horas y media. Tras traspasar un control varios kilómetros más adelante, nos llevaron a un centro de interpretación donde nos invitaron a dátiles y café. Y allí nos darían explicaciones en dos idiomas, árabe e inglés, sobre lo que íbamos a visitar.

Ese centro estaba situado junto a una antigua estación de trenes de tiempos del Imperio otomano; era una escala del histórico Hejaz Railway (Ferrocarril del Hiyaz), pues Hegra (Madain Saleh), era una de las estaciones donde paraba el tren de peregrinos que se iniciaba en Damasco (Siria), escalaba en Ammán (Jordania) y finalizaba en Medina (Arabia). Había expuestos vagones y locomotoras de principios del siglo XX con algunas barracas. Todo era muy didáctico.

Realizaríamos tres paradas de 15 minutos de duración cada una. Entre una parada y otra había varios kilómetros de distancia. A pie no era posible ir, estaba prohibido. En la primera escala vimos peñas impactantes y desfiladeros estrechos. También algunas tumbas nabateas adonde pudimos entrar, pero estaban vacías.

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En la segunda parada vimos las tumbas de cerca, pero ya no teníamos permiso para traspasarlas. Y en la tercera fuimos a Qasr Al-Farid, conocida como el «castillo solitario», y es la roca con la tumba más impactante, la más grande, adonde tampoco pudimos acceder. Entre los turistas hubo cola ante esa tumba para hacernos fotografías desde una colina vecina.

Entre parada y parada atravesamos zona desértica y observamos fragmentos de murallas y torres en la lontananza.

Los dos guías eran muy eficientes y colaboradores y contestaban a todas las preguntas que les formulaban sobre el significado de las inscripciones, el año de la construcción de una determinada sepultura, o por el personaje que allí había sido enterrado. Pero ello no quitó que, personalmente, esperara más de esa visita.

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Si uno ha visitado previamente Petra, en Jordania, al llegar a Madain Saleh, considerada la «hermana pequeña», se lleva un pequeño disgusto. En Petra uno es libre de entrar por doquier y de corretear, trepar a las montañas a visitar la tumba de Aaron (el hermano de Moisés), alquilar un caballo o un camello y disfrutar durante horas y horas del complejo, y cuando se tiene hambre o sed se puede entrar en una cafetería donde comer o beber sin coerción.

No obstante, Madain Saleh constituye el mejor patrimonio mundial de Arabia Saudita, por ello, si se viaja a este país, es una «obligación» turística el visitarlo.

2 COMENTARIOS

  1. Hola Jorge!

    Muchas gracias por tu experiencia. Estoy planeando ir en breve y solo tengo duda en donde puedo reservar ese ticket para ver este enclave arqueológico, en internet no encuentro nada

    Un saludo

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