Lujo asiático
Llevaba algún tiempo interesado en visitar Brunéi, por ser un anacronismo dentro de la zona del Sudeste Asiático en la que está situado. Así que, aprovechando que íbamos a hacer un viaje por los países de su entorno en agosto de 2007, decidí dar un salto hasta allí. Buscando hotel en la red, como hago habitualmente, me di cuenta de que la oferta era bastante escasa. No parecía un país demasiado turístico, lo que incrementó mis ganas de visitarlo. Hasta que un establecimiento, que respondía al pomposo nombre de The Empire Hotel and Country Club, llamó mi atención. Se trataba de un hotel de nada menos que seis estrellas y tenían una oferta según la cual podía conseguirse una habitación por unos ciento veinte euros la noche. No es que yo sea muy aficionado al lujo pero pensé en darle una sorpresa a mi pareja, así que reservé. De todas maneras, por ese precio en Europa no encuentras nada más allá de un tres o cuatro estrellas.
Cuando llegamos al aeropuerto de Brunéi me percaté inmediatamente de que el país era muy diferente a los de su entorno. El precio de los taxis estaba claramente especificado por zonas y bien visible en un cartel situado en la parada. Nos encaminamos hacia el hotel y, al llegar, empecé a darme cuenta de donde nos habíamos metido. La zona de recepción tenía un tamaño que impresionaba y estaba construida absolutamente toda con mármoles de diferentes colores. Nuestro hijo mayor, tres años entonces, me dijo al entrar: ‘Me gusta esta catedral, papá’. Al solicitar la habitación nos trataron de convencer de que íbamos a estar mejor en una familiar. Además, en el precio de ésta estaba incluido el desayuno en una sala VIP, el té de la tarde, lo que llamaban mocktail (una especie de merienda que se convirtió posteriormente en nuestra cena diaria), uso gratuito de la sala business, acceso a Internet gratis y alguna otra cosa. Nuestra maltrecha economía me pedía que no lo hiciera pero, bueno, me dije, total vamos a estar solo cuatro noches y no creo que se nos vuelva a presentar una oportunidad así. La broma subía a doscientos veinte euros por noche.
La habitación familiar debía tener por lo menos doscientos metros cuadrados. Lo más impresionante era uno de los baños, de tamaño similar al salón de nuestra casa, todo de mármol y con un jacuzzi dorado donde entrábamos perfectamente toda la familia. No era muy largo, eso sí, los malayos son más bien bajitos. Diana no daba crédito a lo que veía. Al dirigirnos a desayunar al salón VIP pensé: ‘De aquí nos echan, seguro’. Mi vestimenta para ese viaje consistía en camisetas, ropa deportiva, algún vaquero y un pantalón de algodón que compré hace años en Togo y es para mí como un fetiche por su comodidad. En el desayuno coincidíamos con ejecutivos en traje, señoras que parecían sacadas de películas inglesas y algún que otro espécimen parecido. Suerte que había alguna familia australiana similar a nosotros.
No entraré en muchos más detalles sobre este hotel increíble para no aburrir. Solo un par de anécdotas. Hablando con uno de los empleados nos comentó: ‘¿Han visto ustedes la cubitera de hielo que hay en su habitación? Cójanla en peso. Es de plata maciza y su valor es de unos tres mil euros’. Ni nos habíamos fijado en la cubitera que, efectivamente, pesaba lo suyo. En una esquina de la recepción había una especie de camello de cristal junto al que algunas personas se hacían fotos. Alguien nos dijo que estaba hecho de oro, algún diamante y cristal de Swarovski. Según parece solo habría tres iguales en el mundo y dos de ellos estaban en el hotel. Su precio: un millón de dólares. Pero lo más increíble es que solo estaba protegido por una fina vitrina de vidrio, casi al alcance de cualquiera que quisiera llevárselo.
Por cierto, si os decidís a visitar este curioso país, tened en cuenta que es uno de los regímenes islámicos más estrictos del mundo. El alcohol está prohibido en todo el territorio aunque te dejan pasar una cantidad pequeña por la frontera, siempre para consumo propio y en el interior de tu alojamiento, por supuesto. Y si os tomáis unas copitas, ni se os ocurra soltaros el pelo y demostrar la alegría habitual en esos casos. Las multas para quienes consideran bebidos pueden ser de órdago y hay un riesgo cierto de pasar una buena temporada en la cárcel. Que, incluso en Brunéi, no creo que se asemeje a una suite de The Empire Hotel and Country Club.
Bueno bueno qué lujerío!!! de vez en cuando no hace daño, aunque esos detalles de la cubitera y camello son de una opulencia algo extrema para mi gusto. Espero que tus niños no se acostumbrasen a dormir en «catedrales» de esa categoría, ja ja ja. Un saludo!
Demasiado lujoso para mi gusto también, hubo bastantes momentos en que me sentí fuera de lugar. Pero es algo que sucede una vez en la vida, una experiencia ‘exótica’ más.
Menuda sorpresa para Diana! Y floren x ese precio dime tu que no merecía la pena ese jacuzzi familiar? Que pasada de hotel! Me lo apunto para sorprender a Paco yo también 😉
Creo que le gustaría, Vero. Sería una grata sorpresa también para él.