Levuka (por Jorge Sánchez)
Sentí curiosidad por conocer el único Patrimonio de la Humanidad de Fiji, declarado como tal el año 2013. Desde la estación de autobuses de Suva, en la isla de Viti Levu, tomé un autobús hacia un puerto lejano en el noreste de la isla, y una vez allí abordé un ferry que me depositaría en la isla de Ovalau horas más tarde. En esa segunda isla nos esperaba un autobús para ir depositando a los pasajeros en las aldeas a lo largo de la costa, siendo en la parada final Levuka, donde yo descendí junto al resto de los pasajeros.
Observé justo en la estación de autobuses de Levuka una higuera con frutos maduros y el riachuelo al lado, y lo primero que pensé fue en pasar la noche allí mismo, al abrigo de la higuera, dentro de mi saco de dormir, pues ya tenía solucionada la cena trepando a la higuera para arrancar higos, y la ducha en el río esa noche y el afeitado por la mañana. Pero se puso a lloviznar, así que el propio conductor del autobús me señaló dos hoteles donde podría alojarme. Uno era el celebérrimo Royal Hotel, donde se habían alojado personajes históricos en Fiji, como el infame negrero Bully Hayes, y al lado había una pensión llamada Clara Holiday Lodge, que debido a mi escaso presupuesto sería mi elección. La dueña, Clara, era la hija de un hombre encantador (parte chino, parte fijiano y parte de origen europeo) con el que haría mucha amistad y le acompañaría el domingo a la iglesia católica para asistir a la misa y comprar cirios. Fue él quien me contaría numerosas anécdotas con la historia relacionada con esa ciudad en tiempos de la colonia, antes de que los ingleses concedieran la independencia a Fiji.
En esos tiempos, Levuka podía compararse con un poblado sin ley del legendario Oeste americano, con salas de fiestas llenas de hetairas, tahúres jugadores de póker, negreros sin escrúpulos (muchos de ellos provenientes de la provincia española de Barcelona, al mando de un siniestro y criminal barcelonés llamado Joan Maristany) secuestrando nativos para venderlos como esclavos en Australia para recoger la caña de azúcar o extraer el guano en Perú, párrocos de diferentes credos (incluidos los mormones) buscando salvar almas, balleneros, pistoleros, aventureros de medio pelo, reos europeos buscados por la ley… etc.
Todos los edificios situados a lo largo de la Beach Street preservaban su forma original de finales del siglo XIX, la barbería, el banco, el carpintero que fabricaba ataúdes, los locales de mozas de vida alegre, los almacenes, el mercado central. Todos excepto el templo de la logia masónica, que había sido incendiado recientemente por los nativos, ya que creían que allí se practicaba magia negra.
Para mí era un placer simplemente deambular a lo largo de la Beach Street e imaginar cómo debieron haber sido esos tiempos «salvajes» de Levuka, donde apenas imperaba la ley. El tercer día abordé un ferry nocturno que por la mañana me depositó en Suva, donde pasaría la Nochevieja.