MunDandy

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Tanzania

Leones arborícolas

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Nunca se me hubiera ocurrido que un animal del tamaño y el porte del león tuviera la suficiente habilidad para trepar a los árboles. Sin embargo, mientras nos dirigíamos hacia la orilla del lago Manyara, nuestro conductor nos aseguró que así era. Leones de melena negra, además. Procedíamos de la localidad tanzana de Arusha, situada a la sombra de la inmensas moles del Kilimanjaro y el Monte Meru, alrededor de los cuales existen sendos parques nacionales. Nuestra intención era visitar tres espacios protegidos del norte de Tanzania, empezando por el Parque Nacional Lago Manyara para llegar posteriormente a la denominada Zona de conservación de Ngorongoro y finalizar en el mítico Serengeti.

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Desde un punto concreto en la pista que baja hacia el lago Manyara se puede apreciar el espacio protegido en todo su esplendor. Justo ahí, un solitario ejemplar centenario de baobab da la bienvenida al viajero. Estos árboles del género Adansonia son bien conocidos y apreciados por su longevidad y se caracterizan por el diámetro que llega a alcanzar su tronco, de hasta quince metros en algunos casos. Habituales en diversas zonas del continente africano, no son demasiado comunes en Tanzania. Había tenido ocasión de verlos anteriormente en Senegal, donde en algunos lugares llegan a formar una suerte de bosque, y, desde entonces, me sentía cautivado por su sabiduría.

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Definido por Ernest Hemingway como el lago más bello de África, Manyara es un lago endorreico de unos doscientos treinta kilómetros cuadrados de superficie. Junto a otras extensiones de agua en la zona, forma parte del Gran Valle del Rift y contiene grandes cantidades de sal y fosfatos. Este hecho atrae a numerosos animales, que buscan un complemento salino a su dieta, hasta sus orillas. Alimentado por un par de arroyos, uno de los cuales recibe el nombre de Simba, que significa león en suahili, está situado sobre un manantial subterráneo cuyas aguas nutren el bosque que lo rodea. Todo el entorno asemeja ser un oasis de verdor en el que la vida florece a cada paso.

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Auténtico paraíso para los ornitólogos, el lago Manyara sirve como lugar de acogida para unas trescientas especies diferentes de aves. Destacan los flamencos, que se pueden ver en cantidades superiores al millar en ocasiones. Para hacerse una idea de la importancia de este lugar como refugio para la avifauna, basta decir que en diversas épocas del año el número de aves acuáticas que pueblan su superficie es superior a los dos millones. Conocido por la abundancia de babuinos en sus inmediaciones, el lago atrae también a otros mamíferos. Por ejemplo, la jirafa masai, subespecie cuya población está limitada al sur de Kenia y diversas zonas de Tanzania.

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Probablemente aquel no era nuestro día de suerte y, a pesar de alzar nuestra mirada en numerosas ocasiones hacia el boscaje circundante, no conseguimos apreciar a ningún león trepador en el entorno. No nos importó demasiado. Flamencos, espátulas, pelícanos, babuinos, impalas, gacelas y extraordinarios ejemplares de jirafa masai compensaron con creces su ausencia. Tuvimos además la ocasión de ver a diversos elefantes cruzando la pista que recorre el espacio protegido de forma circular. Con su cadencia lenta, marcando el paso de manera acorde al ritmo de su ramoneo, nos recordaron que no estábamos en un sitio cualquiera. El pulso de África late a un ritmo acelerado en el siempre verde entorno del lago Manyara.

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