Las estrellas de la playa
Aunque ya sabíamos que diciembre no es época de desove, el Parque Nacional Tortuguero era condición sine qua non para nuestra visita a Costa Rica aquel último mes del año 2000. Particularmente, había oído tantas cosas positivas de ese lugar que no me imaginaba un desplazamiento al país centroamericano sin pasar unos días allí, a pesar de que la posibilidad de ver tortugas en aquel periodo era bastante remota, quizás completamente nula. Y debo decir que aunque esta reserva tan cotizada no me decepcionó en casi ningún aspecto, más bien al contrario, salí de ella con una cierta sensación de vacío, como si me faltara alguna pieza fundamental en el engranaje que aquel viaje representaba.
Localizado en la costa caribeña de Costa Rica, el Parque Nacional Tortuguero fue creado fundamentalmente como protección para las tortugas marinas que acuden a desovar a las playas de la isla homónima, hecho que suele acontecer en los meses que van de julio a octubre. Existe un centro de interpretación en el parque, con información muy interesante sobre los cuatro tipos de tortugas marinas que hasta él se dirigen, guiadas por una irresistible señal interna que les indica que la puesta se aproxima. La enorme baula, que con sus dos metros de longitud es la mayor de las tortugas que actualmente existen. La ardua nadadora tortuga verde, que puede llegar a desplazarse más de dos mil kilómetros hasta la playa de desove. La potente caguama, similar en tamaño y costumbres a la anterior. Y la delicada carey, en peligro crítico debido a su bello caparazón, muy apreciado con fines ornamentales.
A pesar de que su nombre parezca indicar lo contrario, Tortuguero no solo da cobijo a las tortugas que allí van a desovar, sino que alberga una increíble biodiversidad dentro de un país biodiverso donde los haya. Baste el dato de que en el parque anidan más de cuatrocientas especies de aves, cifra equivalente a la del conjunto de Europa. También habitan allí mamíferos como el jaguar, el ocelote, el tapir, el perezoso o incluso el raro manatí, aunque son todos ellos bastante difíciles de observar en su hábitat. No faltan diversos tipos de reptiles, destacando cocodrilos y caimanes, ni un alto número de especies de anfibios y peces, algunas de ellas endémicas. Para no ser menos, la flora es también extraordinariamente diversa, hecho al que contribuye la alta pluviosidad de la zona.
Junto a Tortuguero existe una aldea de igual nombre, donde los visitantes pueden encontrar alojamiento. Aunque si se pretende estar en pleno contacto con la naturaleza, una mejor opción es hospedarse en alguno de los lodges existentes en la zona, que suelen ser bastante respetuosos con el entorno. Desde ellos es muy recomendable hacer excursiones por el parque, bien sea a pie por un bosque lluvioso en el que puede admirarse la impresionante vegetación del lugar así como contemplar anfibios tan curiosos como el sapito rojo, una pequeña rana con la que conviene tener cuidado pues su piel segrega una sustancia tóxica. O bien en bote a través de los numerosos canales que existen, donde puede observarse una cantidad asombrosa de aves de diferentes tamaños y colores.
A pesar de la ausencia de quelonios en esa época, decidimos ir a conocer la playa a la que llegan en masa para completar su lapso vital. Bañada por el Caribe, su arena es más bien oscura y sus aguas distan bastante de la calma y la nitidez que se presupone a esta zona del continente americano. Tampoco importaba demasiado, porque en esta atípica playa caribeña las estrellas no son los turistas tomando el sol, sino las esforzadas tortugas que llegan desde lugares remotos para asegurar la continuidad de su amenazada especie. Mientras observaba pedazos rotos del cascarón de algunos de sus huevos, fui consciente de los ímprobos esfuerzos que deben hacer las tortuguitas recién nacidas hasta alcanzar el agua. Si sobreviven a los muchos peligros que las acechan, algún día retornarán a esta playa que las vio nacer y podrán completar así el maravilloso y a la vez duro ciclo de su existencia.
En Tortuguero, y de manera bastante inesperada porque aun no era temporada de desove, vi a una baula de casi 3 metros poner sus huevos y fue un espectáculo inolvidable. Que desesperación por esconderlos y borrar sus huellas antes de regresar al mar!
Baula aparte, Tortuguero me gusto mucho, de lo mejor de Costa Rica.
saludos
Nosotros no vimos ni una tortuga en Tortuguero, no era la época adecuada. Pero aún así la visita a este lugar me pareció imprescindible, es Costa Rica (o sea, naturaleza) en estado puro.
Muchas gracias por tu comentario.