Lahore (por Jorge Sánchez)
En el año 1988 había muy malas relaciones entre la India y Pakistán por las recientes guerras entre esos dos países. La frontera de Wahga la abrían sólo tres días al mes, los 2, 12 y 22. Yo acababa de conseguir el visado indio en Islamabad y me dirigí a la frontera cuando en Lahore me enteré de esta noticia. Había llegado cuatro días antes y debía esperar, pero era mejor hacerlo en Lahore que no en la pequeña población de Wahga. En el YMCA en The Mall nos reunimos varias docenas de viajeros esperando la apertura de esa frontera. Preferíamos esperar que volar para entrar en la India, como los viajeros de verdad, pues volar cuando se puede viajar por tierra es como hacer trampas. Me uní a un pequeño grupo de europeos (varios italianos muy simpáticos) y aprovechábamos los días para visitar los sitios más remarcables, como la impresionante mezquita de Badshahi, que está considerada la quinta más grande del mundo. Y en una esquina de la parte amurallada de la ciudad entramos en un Patrimonio de la Humanidad de UNESCO, aunque nosotros lo ignorábamos. Se trataba del Fuerte (a los jardines de Shalimar no fuimos, aunque apenas se hallaban a 5 kilómetros de distancia de Lahore).
Como han pasado 3 décadas desde mi visita y no disponía de cámara de fotos (las que muestro aquí son de amigos) sólo recuerdo la entrada al fuerte y que en su interior admiramos la decoración, y creo que trepamos por algún torreón de lo traviesos que eran los italianos, pero poco más.
Lo que sí recuerdo como si lo hubiera visto ayer fue una estatua extraordinaria y única que alberga el Museo de Lahore. El edificio en sí es magnífico e impresionaba desde la distancia; se sitúa cerca de un gran bazar, junto a The Mall. En ese museo trabajó como curador el padre de Rudyard Kipling durante el período de dominación inglesa de la India. Entramos en él por unas pocas rupias. Había en su interior, protegido por una caja de cristal, una estatua de Buda delgado hasta los huesos, y cuya visión al principio te provocaba hasta repulsión; Buda estaba como un esqueleto. Pero observándola un poco más junto a la expresión de sabiduría, la llegué a amar y comprendí que así debió de encontrarse Buda cuando se sentó bajo aquella higuera de Bodh Gaya donde alcanzó la Iluminación.
Sin embargo, ese extraordinario museo no lo contempla UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Cuando llegó el día de la apertura de la frontera viajé a Wahga y crucé a la India para alcanzar en autostop la ciudad de Amritsar, donde visité el Templo Dorado de los sikhs.