En diversos puntos de éste nuestro planeta es habitual un curioso símil mediante el cual se relaciona algún elemento orográfico abundante en la zona con el guarismo que indica los días en un año. Así, se dice que la caribeña isla de Antigua tiene 365 playas. En su vecina Dominica se asegura que esa cifra corresponde a los ríos que por ella discurren. Algo más al sur, en el panameño archipiélago de San Blas, sostienen que tal número de islas existen allí. Incluso en algunos lugares de la vieja Europa se recurre a ello, como en el condado irlandés de Cavan, donde se afirma que existe esa cuantía de lagos. Y semejante comparación vale también para productos de la mano del hombre, como ocurre en la ciudad macedonia de Ohrid, donde están convencidos de que en tiempos pasados llegó a haber tal cantidad de iglesias en aquel lugar.

No muy lejos de algunos de estos sitios, en los alrededores del nicaragüense lago Cocibolca, se da por sentado que es 365 el total de componentes que forman un grupo de islotes acumulados muy cerca de su orilla. Situadas a escasa distancia de la ciudad de Granada, estas pequeñas islas son conocidas como las isletas y ponen un contrapunto de verdor tanto a la arquitectura colonial de la villa como a las azules aguas del lago donde están dispersas. Nos dirigimos pues hacia el embarcadero de Asese, situado a las afueras de la mencionada localidad y donde no resulta complicado encontrar un barquero que, por un módico precio, te lleve en su embarcación durante unas horas por los canales que separan estas islitas.

Afirman los expertos que las isletas de Granada se formaron hace un millón de años, como resultado de las rocas que cayeron al Cocibolca tras una erupción del cercano volcán Mombacho. La lava resultante fue enfriándose poco a poco y con el paso del tiempo diversas especies vegetales fueron germinando en el fértil sedimento volcánico, dando lugar a la exuberante flora que disfrutan estas islitas hoy día. A su vez, la abundancia de vegetación resulta atractiva para una fauna diversa, destacando fundamentalmente las aves acuáticas, que aquí constituyen un auténtico espectáculo para los cada vez más numerosos aficionados a observarlas. No es difícil ver también a representantes de cierta especie de monos, que han colonizado algunas de las islas y resultan el principal atractivo para muchos visitantes.

Inactivo desde hace mucho tiempo, el volcán que dio origen a estos islotes no carece de interés a su vez. En efecto, el Mombacho está cubierto por un denso bosque lluvioso donde habitan numerosas especies tanto animales como vegetales, algunas de ellas endémicas. Está situado justo al borde del Cocibolca, fuera del país conocido como lago Nicaragua, que constituye un gran aliciente para el visitante a su vez. Fundamentalmente porque en él se encuentra la famosa isla de Ometepe, formada por la unión de dos enormes volcanes que surgen del fondo del lago. Uno de ellos, el Concepción, entró en erupción hace no demasiado tiempo, mientras que a su hermano menor, el Madera, se le considera extinto.

Algunas de las isletas mantienen una población estable, que solía dedicarse a la pesca en las fértiles aguas del lago, actividad que ahora compaginan con la más productiva de ejercer como barqueros para los visitantes. Unas pocas son de propiedad privada y sirven generalmente de segunda residencia a sus propietarios, mientras que alguna que otra funciona como albergue. Pero la mayoría de ellas están aún deshabitadas, bien porque son demasiado pequeñas, bien porque han pasado afortunadamente desapercibidas ante la mirada de ese gran depredador que es el ser humano. Aunque, bien pensado, quizás sea por temor a que el Mombacho despierte toda su furia dormida para, llegado el caso, proteger esas lágrimas que un día emitió.